EL REGRESO
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Lo malo de volver del veraneo es comprobar que Madrid no es la Baden Baden del marqués de la Valdavia: aquí, la cultura progresista que no consiste sino en imitar en lo accesorio al pobre, ha hecho estragos. Bono expulsa del Parlamento a los periodistas que no visten con decoro, pero llega tarde. La cosa viene de cuando a Felipe González, que era presidente del Gobierno, los gacetilleros lo abordaban en los pasillos del Congreso a la voz de “¡Eh, tú, Felipe!”, y todo el mundo se tomaba la grosería como una muestra de sana espontaneidad democrática. Ahora volvemos a la capital del librepensamiento carpetovetónico, en cuyas calles los macarras laicos han empleado el verano en escupir a su antojo a niñas forasteras que rezaban, y el ministrillo del Interior , que podría presumir de no encontrar una oración en la Biblia, presume en el caso de “madurez democrática”. Habría que ver a ese ministrillo, que siempre posa con cara de estar oliendo a bosta, bajo los lardos de esos macarras laicos que creen que la República, y no les falta razón, es apalear a los curas, y si los curas son gordos, a las niñas que rezan. Para atenuar semejante impresión, Bono levanta la bandera de la urbanidad (de la civilidad, en terminología clásica), y la toma, y hace bien, con los periodistas que acuden al Congreso como Puyol a la gala culé patrocinada por la Uefa en Montecarlo, en zapatillas, pantalón corto y camiseta. Estando de servicio, los futbolistas y los periodistas no se representan a sí mismos, sino a la firma que les paga, y si por parte de Puyol parece mal aparentar que su club no tiene para un traje de crudillo, peor parece por parte de los periodistas aparentar que sus periódicos no tienen siquiera para un mono de trabajo...
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Lo malo de volver del veraneo es comprobar que Madrid no es la Baden Baden del marqués de la Valdavia: aquí, la cultura progresista que no consiste sino en imitar en lo accesorio al pobre, ha hecho estragos. Bono expulsa del Parlamento a los periodistas que no visten con decoro, pero llega tarde. La cosa viene de cuando a Felipe González, que era presidente del Gobierno, los gacetilleros lo abordaban en los pasillos del Congreso a la voz de “¡Eh, tú, Felipe!”, y todo el mundo se tomaba la grosería como una muestra de sana espontaneidad democrática. Ahora volvemos a la capital del librepensamiento carpetovetónico, en cuyas calles los macarras laicos han empleado el verano en escupir a su antojo a niñas forasteras que rezaban, y el ministrillo del Interior , que podría presumir de no encontrar una oración en la Biblia, presume en el caso de “madurez democrática”. Habría que ver a ese ministrillo, que siempre posa con cara de estar oliendo a bosta, bajo los lardos de esos macarras laicos que creen que la República, y no les falta razón, es apalear a los curas, y si los curas son gordos, a las niñas que rezan. Para atenuar semejante impresión, Bono levanta la bandera de la urbanidad (de la civilidad, en terminología clásica), y la toma, y hace bien, con los periodistas que acuden al Congreso como Puyol a la gala culé patrocinada por la Uefa en Montecarlo, en zapatillas, pantalón corto y camiseta. Estando de servicio, los futbolistas y los periodistas no se representan a sí mismos, sino a la firma que les paga, y si por parte de Puyol parece mal aparentar que su club no tiene para un traje de crudillo, peor parece por parte de los periodistas aparentar que sus periódicos no tienen siquiera para un mono de trabajo...
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