viernes, 5 de agosto de 2011

El asedio albigense (sobre Madrid)

Los albigenses de Rubalcaba
expulsados de la Puerta del Sol


Ignacio Ruiz Quintano

Abc

Nos viene contando Gustavo Bueno que los albigenses constituyeron un movimiento de analfabetos, como los indignados, enfrentados a los señores feudales. Los enfrentamientos, explica, se hacían en nombre del cristianismo primitivo y atacaban el cristianismo organizado: quemaban cruces, imágenes de santos e iglesias y se oponían a las órdenes religiosas en nombre del cristianismo, a la manera como los “indignados” se oponen a los partidos políticos en nombre de la democracia. O sea, que Madrid estaría hoy asediada por una tropilla albigense que ha hecho suya esa psicopatía del autoritarismo hispánico resumida en la frase de galletita china que grita: “¡La calle es mía!” La lógica de los albigenses madrileños para recuperar su lendrera en Sol es que la plaza es del pueblo. Y el pueblo son ellos, claro. Los albigenses de Gustavo Bueno, que llega a comparar a Esteban Hessel, el abuelito francés que en vez de jugar a la petanca hizo un resumen del librillo de Mao (o Mao para más memos todavía), con un Pedro de Bruys, el aquitano, o un Pedro de Valdo, el lyonés. Pero a Hessel en Madrid no lo conoce nadie, ni falta que hace, porque nuestros albigenses son la crema del país de “Sálvame” y que, desocupados gracias al socialismo real de Zapatero, con el rabo espantan moscas...

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