Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Rivera, el jefe de Ciudadanos, tiene 35 años, edad a partir de la cual uno perdería la ciudadanía, si ganara Ciudadanos, partido que exige unas condiciones de admisión que, enumeradas por Emilia Landaluce, que ha aplicado a sus figuras el test de Hildy Johnson, son las mismas que en Madrid ponía Martín en la puerta de “Pachá”: ser joven, ser guapo y parecer siempre recién duchado.
Esos 35 años son mucho, si consideramos que la mayoría de los genios mueren a los 37. Pero si consideramos que Bernal Díaz del Castillo escribió su obra (¡mi verdadero Quijote!) a los 80, o que sólo a los 60 se sintió Kant intelectualmente autorizado para sentarse a escribir algo, esos 35 años son poco. Así, Gustavo Bueno, que ayer cumplió 91, no tendría sitio en Ciudadanos, cuya lideresa en Cataluña se llama Arrimadas, tiene 34, es jerezana (el último jerezano que triunfó en Barcelona, si nos saltamos al Kiko de los Juegos Olímpicos, fue el general Primo de Rivera) y tiene un “proyecto de lideraje” que consiste en “buscar el consenso” para el “renacimiento civil” de España a base de juventud, guapeza y agua de lavanda, que es la interpretación riverista del organicismo (“el hombre nuevo”) de Rohmer (Friedrich, no Éric, cuyas películas eran como ver crecer una planta: tenía yo un amigo que se metió una noche del 76 en el Alphaville para ver “La marquesa de O” y sigue allí).
–Alcibíades fue un niño, Augusto un viejo joven, Pericles un joven viejo, y Escipión, siempre un hombre.
Arrimadas, que es una joven tertuliana, no tiene por qué saber (por joven) que donde el consenso entra por la puerta la democracia sale por la ventana, lo cual no le impide disfrutar en Barcelona (por tertuliana) de “un románico espectacular que en Andalucía no tenemos”.
–Yo soy historiadora, no la Wikipedia –contestó el otro día (justificando su ignorancia) una joven candidata a doctora en la Complutense a unos amigos suyos que veían “Band of Brothers” y querían saber las fechas de la guerra mundial.
