jueves, 10 de septiembre de 2015

Precipicio Llach


Hughes
 Abc

Ahora sí que si, la cosa va en serio. Como dirían L-Kan, va superenserio. Lluís Llach ha dicho que o gana el sí a la independencia (que yo en lo de independencia cada vez veo más clara lo de la pendencia) o se va a vivir a Senegal. Vamos, que se nos va, que se exilia.

He visto en Twitter muy pronto un grito de júbilo, un estallido y una oportunidad para librarse de Llach. En mi caso no es así. No quiero a Lluis Llach en Senegal, por muy tentador que sea imaginarlo con su gorro de lana haciendo algo entre el padre Casaldáliga y Rimbaud. No, yo no quiero perder a Lluis Llach. Ni como faro moral ni como musical. Quiero seguir escuchando su musitación (si yo fuera benetiano digno haría “Una musitación” en homenaje a los dos).

Así que por primera vez en mi vida comprendo al Icetismo y a todas las terceras vías (pero aquí miento, yo siempre fui icetista, lo fui antes de Iceta). “Hagan algo, por favor, que los políticos hagan algo”. No quiero la independencia, porque yo soy gironí, pero tampoco quiero que se vaya Lluis Llach. La cosa está ya en los límites, en la radicalidad más absoluta, ¡no me hacen falta los tanques de Morenés, tanques zarzueleros! No los necesito. Ya la cosa está planteada en las dos posibilidades horrorosas.

La independencia o perder a Lluis Llach.

¿No queda nada entre medias?

Iceta, es tu momento. Porque ahora se ha visto claro que nos movemos en el abismo y que pase lo que pase sufriremos, perderemos.

Si tuviera dos duros me iría a Senegal a hacer un reporterismo para ver sobre qué grupo humano va a a caer, como si cayera el Espíritu Santo, Lluis Llach con su piano y su gorro y sus buenas intenciones. Ojalá jugara allí el Real Madrid.

Me escaparía a ver ese proyecto de petit país, de petitissim país, de micromini país. Es tentador. Todos en algún momento hemos deseado tener nuestra tribu, nuestro grupo virgen aborigen o nuestra minoría microcósmica para ser buenos. ¡En lo pequeño se puede ser bueno! ¡Se puede ser muy bueno!

Llach retorna a Äfrica, completando el viaje del negro de Bañolas. Haciendo suya la suerte mártir, el martirio antropológico y morenet del negre.

¡Eso tenían en común el negre y Llach! Conexión afrocatalana muy clara, muy nítida. No, pero yo no quiero perder a Lluis Llach. Me van a quitar un pedacito de mí. Ni quiero una Cataluña independiente ni quiero una España sin Lluis Llach.

Sólo puedo decir una cosa: hagan algo, ¡hagan algo!

(Podrían mandarme una reportera de La Sexta mientras digo esto. Ella con el micrófono y yo espantado mirando a la cámara, espantado pero expansivo, blando, icéticamente seguro de la posibilidad, siempre existente, del arreglo: ¡Hagan algo! ¡Hagan algo!).

Pase lo que pase, ya hemos perdido. Precipicio Llach, llamaré a este instante crítico.

Barceló buscando en África el mejillón desaparecido de 
su The Big Spanish Dinner en el Reina