viernes, 11 de septiembre de 2015

Suicidios




Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Es bueno que la Diada, hoy, suceda al Día Mundial para la Prevención del Suicidio, que fue ayer. Cataluña, pues, no se suicidará: el separatismo (los tertulianos, incluidos los que presumen de gramáticos, dicen secesionismo, que les parece más fino, aunque quiera decir otra cosa) es narcisismo, y no se sabe de ningún narciso que se haya matado ante el espejo.

Estadísticamente, el suicidio es cosa de bálticos, nórdicos… y salzburgueses.

En Salzburgo –tiene dicho Thomas Bernhard, por su humedad, llueven los suicidas, en el otoño, al comienzo del colegio. En octubre está todo lleno.
Y contaba su anécdota con el crítico Jean Améry, que lo llevó un día a un apartado y le dijo: “No puedes hablar así de Salzburgo. Te olvidas de que es una de las ciudades más bellas del mundo”. Semanas después, lleno Bernhard de rabia al leer la crítica de “El origen”, porque Améry no había entendido nada, oyó en la TV la noticia: Améry se había suicidado, y precisamente en Salzburgo.
El sur (griegos, italianos, españoles) es de poco suicidarse. Ruano reporteó en su día el bar de los suicidas al pie del Viaducto madrileño; lo llamaban así porque lo elegían para la última copa, justo la que les devolvía la alegría y entonces pasaban de saltar.

La alegría, ésa es la clave. ¿Cómo va a suicidarse Cataluña, siendo más española que nadie? La prueba es que su régimen autonómico ha producido lo mismo que el andaluz: humoristas (es verdad que sin gracia y vestidos de negro en TV) y corrupción.

De pronto, la crisis alertó a los medios catalanes, que son todos los españoles, del riesgo de suicidio hipotecario, pero los barceloneses corrieron a hacer alcaldesa a la Colau, que luchaba contra los desahucios vestida de Didi, el abuelo berlinés que se disfraza de diablo en las carreteras del Tour, y asunto terminado.

Hay gentes, le reprocharon a Thomas Bernhard, que consideran sus libros como una incitación al suicidio:

Sí, pero nadie la sigue.
Ésa es la cuestión.