sábado, 12 de septiembre de 2015

La facultad



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

El régimen de Venezuela condena al opositor Leopoldo López (el defendido de Felipe “Cantinflas” González, cuyo partido se empierna en los Ayuntamientos de España con los hombres del saco del chavismo) a 13 años, 9 meses y 7 días de prisión. ¿Por qué?

Si los jefes de la partidocracia no fueran frívolos funcionales, en vez de perder el verano con...  futesas (Mariano con su “Marca”, Snchz con su Mandela, Rivera con su Etxebarria o Pablemos con su Montalbán), tendrían la curiosidad de la libertad y habrían leído “La facultad de las cosas inútiles”, once años de escritura de Yuri Dombrovski, “Don Quijote” para sus conocidos, por su fortaleza y arrojo para sobrellevar las reclusiones en los “balnearios de Stalin”, como él llamaba al Gulag, en defensa de las “cosas inútiles” para el stalinismo: la libertad, la imaginación, la cultura y el derecho.

Tres personajes (el delator, el juez instructor y la víctima) que compendian la abyección del siglo (“todo hombre es abyección”, les dejó escrito Gógol) en una historia ocurrida “en el quincuagésimo octavo verano después del nacimiento de Stalin, el guía de los pueblos, y en el año 1937 después del nacimiento de Cristo, año nefasto, tórrido, preñado de un terrible futuro”.

Y entró una mujer. Era joven y bella, alta, con el cabello negro, se parecía a cierta actriz estadounidense de cine mudo.

Mujeres así no abundaban entonces. El número de prisioneros políticos superaba los diez millones. A la vez, florecían los parques de cultura, los fuegos artificiales, los tiovivos, las pistas de baile. “Nunca se bailó y cantó tanto como entonces”. El eslogan “Ahora la vida es mejor, camaradas, la vida se ha vuelto más alegre” se convirtió en una verdad de Estado, proclamada por “el hombre más humano de la tierra”. Después de escribir esa frase, Fadéiev se pegó un tiro.

Esas mujeres también aparecieron en esa época: maravillosas y misteriosas flores de Occidente, de donde lo habíamos tomado todo...