Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El felipismo es cantinflismo.
Felipismo fue tener sentado en un banquillo al espía Perote para discutir (se hablaba del Gal, aquella primavera socialdemócrata) si en un pósit de Gonzalón la nota “Pte.” quería decir “Pendiente” o “Presidente”.
Y felipismo es tener a todos los tertulianos discutiendo como discutía Virgil Starkwell (Woody Allen en “Toma el dinero y corre”) de caligrafría con el cajero del banco en un atraco.
–¿Ha dicho “nación” o ha dicho “identidad nacional”?
De Gonzalón (“si se necesita un sacrificio, renuncio a mi parte y agarro la suya”, dijo Cantinflas) nunca vendrá la aclaración. Y de la Justicia tampoco cabe esperar mucho: el presidente del Constitucional es catedrático de derecho laboral (la industria de los convenios colectivos), y la fiscal general, si le preguntan, se finge viuda de Montesquieu y dice lo que Franco a Sabino Alonso Fueyo, director del diario “Arriba”:
–Haga lo que yo: no se meta en política.
“Nacionalidades” es la serpiente (más bien bacalada) que un ingeniero agrónomo, Abril Martorell, introdujo “a tenazón” (expresión de Suárez, el del aeropuerto, que fascinaba a Umbral) en el jardín constitucional para, según Fernández-Miranda, “ocultar intenciones y confundir”, con lo que Suárez cogió a Fernández-Miranda, que proponía cambiar “nacionalidades” por “comunidades autónomas”, y lo puso de patitas en el Grupo Mixto.
El caso es que en España una nación está hoy al alcance de cualquiera: del gallego del artículo de Camba (“Le somos una nación, ¿sabe usted? Le tenemos una personalidad nacional tan fuerte como la primera”…) y del seleccionador español de fútbol, que reconoce en algunos catalanes el derecho a decidir su independencia, y en el “Marca” lo toman en serio porque el marqués de Del Bosque tiene en la mesilla de noche “El conde Lucanor”.
Luego vienen los políticos, que sólo leen (todos) el “Marca”, y nos venden la España confederal (?) de mosén Xirinacs (Lluis Xirinacs Damians). ¡Y no lo saben!