PEPE CAMPOS
Plaza de toros de Las Ventas, Madrid.
Jueves, 14 de agosto de 2025. Séptima novillada del verano madrileño. Novillos mansos, remisos y nobles de Aurelio Hernando. Un tercio de entrada. Noche calurosa con respiro.
Novillos de Aurelio Hernando, sobre el papel de sangre veragüeña, bien presentados, mansos, intemperantes, abantones y nobles; primero y quinto cornivueltos, segundo y sexto cornicortos, tercero y cuarto armados; jaboneros —segundo y cuarto albahíos—; silenciados en el arrastre, menos el primero pitado.
Terna: Álvaro Seseña, de Aranjuez (Madrid), de azul noche y oro, con cabos blancos; de veintiséis años; tres festejos en 2024; silencio y silencio tras un aviso. Valentín Hoyos, de La Alberca (Salamanca), de verde hoja y oro, con cabos blancos; veinticinco años; trece festejos en 2024; silencio tras aviso y silencio. David López, de Moralzarzal (Madrid), de verde botella y oro; veintitrés años; seis festejos en 2024; ovación y ovación. David López se presentaba en Las Ventas.
Suerte de varas. Picadores: Primer novillo —Juan Melgar—, primera vara, en suerte el astado, se va el piquero a por el animal, colocación del hierro detrás de la cruz y caído, el burel sale suelto; segunda vara, en suerte, detrás de la cruz, sale suelto; en las dos varas Melgar midió el castigo. Segundo novillo —Carlos Pérez—, primera vara, en suerte, trasera y caída, el novillo empuja y sale suelto; segunda vara, al relance, trasera y caída, intenta metisaca y sale suelto. Tercer novillo —Héctor Vicente—, primera vara, en suerte, el hierro cae en la penca del rabo, rectifica y lo pone en el lomo, muy trasera, el novillo empuja y sale suelto; segunda vara, al relance, trasera, metisaca, se acuesta y sale suelto; muy picado. Cuarto novillo —Agustín Collado—, primera, sin estar en suerte, detrás de la cruz y caída, el novillo derriba y sale suelto; segunda, sin estar en suerte, rectifica, detrás de la cruz, metisaca y sale suelto; novillo mal picado. Quinto novillo —Alberto Sandoval—, primera vara, sin estar en suerte, detrás de la cruz, caída, empuja, se acuesta, intento de metisaca y sale suelto; segunda, sin estar en suerte, detrás de la cruz, caída, metisaca y sale suelto. Sexto novillo —Antonio Manuel Martín—, primera, sin estar en suerte, trasera y caída, empuja, vara dura, intento de barrenar y sale suelto; segunda, sin estar en suerte, trasera y sale suelto.
Dependiendo de cómo se miren las cosas, la novillada fue interesante o mala. Si nos situamos en el punto de vista del torero, los novillos, por su renuencia a ser toreados, no dieron posibilidad al triunfo. Si nos ponemos en la perspectiva de los novillos, los toreros no supieron darles la distancia debida, ni llevarlos a la velocidad ni por el camino adecuado, en este último caso porque ellos no colaboraron. Así pues todo depende de lo que queramos ver y valorar. La novillada fue pareja en su presentación y en su comportamiento, y entretenida en el resultado. No vimos el toreo de todos los días, del cual estamos hartos, pero sí vimos una pelea sorda sin cuartel entre los novilleros y los novillos, en la que los humanos quisieron entender las incontinentes y descontroladas embestidas de los astados, y los bóvidos pretendieron y consiguieron hacer la vida imposible a los noveles toreros que les tocaron en suerte. Fue ameno ver cómo el caos y el desorden se imponía sobre la técnica —poco desarrollada— de los aspirantes a matadores de toros, que querían echar mano de la racionalidad y quedaban enredados en la red de las cuitas. Es decir, ¿cómo gobernar las embestidas destempladas, de los novillos veragüeños, ahora francas, después recelosas, más adelante desentendidas y en ocasiones bruscas? Todo un compendio de tauromaquia era necesario para llevar a buen puerto esas embestidas poco codiciosas de los novillos de Aurelio Hernando, si bien, como por asalto, sin dejar de acudir a los cites de los novilleros; y a veces, por arranques y por coraje, con imprevistas acometidas, y como una excepción, boyantes respuestas cuando las telas se presentaban a una mayor distancia, con una templada velocidad y llevadas hacia un remate largo y por abajo.
Aquí, pues, tenemos una de las claves de una posible tauromaquia para las ayer noche descomedidas acometidas de los veragüeños novillos de Hernando, digamos, para que el resultado fuera más lucido, que en eso consistía —en servirse de unas reglas—, pues había que torear un tipo de embestida escasamente frecuentada. Así, lo primero, un planteamiento con cites desde unas distancias más amplias, lo segundo, mucho aguante para conducir con mando acciones confusas porque los animales empleaban distintas velocidades y distintos registros, lo tercero, aplicarle a todo temple, mesura, calma, armonía y ajuste. La tarea no era fácil. Hubo un novillero, David López, que mantuvo esa atención y esa paciencia, y ese pulso, tan difícil de lograr y de poner en práctica. Este novillero se centró mucho en su labor, en lo que de positivo podía salir de su trasteo, dio una distancia más desahogada a sus dos novillos, los llevo con un trazo templado y logró completar lances y pases, como manifestación de su querer y saber, pues, si lo alcanzó es que lo supo hacer. Sus dos lidias y faenas tuvieron una cadencia manifiesta que resaltaba sobre la discordancia natural puesta en escena por los veragüeños de Hernando. David López supo acoplarse a las dificultades que le correspondía superar y salió con aprendizaje. Por su parte, Álvaro Seseña quiso pero no pudo, ante un lote más dificultoso y destemperado. No logró la distancia más conveniente, ni el dibujo de los engaños con el tempo más apropiado. No era fácil. Nos hizo recordar, de nuevo, a su padre, en tantas corridas duras de verano en Madrid, en otros tiempos, con su toreo recio, valeroso y castellano. Menos afortunado estuvo Valentín Hoyos, muy encimado en sus labores, con poca habilidad en la ejecución de los lances para llevarlos a término.
Lo más positivo de las embestidas veragüeñas fue que no dejó pensar a los novilleros en cómo colocarse —no les dejó destorear: ni ponerse por fuera, ni retrasar las piernas de salida, ni torear de perfil—. Nos lleva a que si las embestidas de los novillos de Hernando respondieron a un comportamiento añejo, desaliñado y de antaño; entonces, ante tal clase de acometidas de ayer, se cuestionaba como inapropiado el toreo moderno, ese que al que hemos estado plegados en el primer cuarto de siglo XXI que llevamos vivido, consistente en no cruzarse y en ensayar posturitas —por parte de los toreros— ante toros colaboradores para faenas artísticas. De eso nos libramos ayer noche, y los novilleros, que como tarea vital se vieron obligados a pensar, a discurrir, a ensayar y a practicar una tauromaquia no aprendida en manuales, ni en clases prácticas, sino en la realidad misma de la vida. Por lo tanto, la novillada fue entretenida. No hubo posibilidad a manoletinas y a bernadinas. Situarse en la óptica del toro obliga a reflexionar al aficionado, y de ahí surge un nuevo aprendizaje, con novedosos pensamientos sobre cómo resolver las lidias y cómo emplearse el matador en la faena de muleta. Así como considerar las querencias y los terrenos más idóneos. Analizar los cites y las distancias a la que torear. Concebir la velocidad de las acciones taurinas o temple de las mismas. Entender el mando como eje de la ejecución de las suertes, principalmente, en la fase de muleta. Suponer la altura a la que plantear el toreo. El menester de completar los lances. La exigencia de los remates. Y la mejor colocación para ultimar todas las acciones. El toro antiguo lo permite. El toro moderno colaborador lo impide. Ponerse en la perspectiva del toro noble embestidor, que humilla y obedece, sin fiereza, aburre. Tal vez por eso hoy la tauromaquia se narra casi siempre desde el ángulo del torero y no desde el prisma del toro.
Álvaro Seseña, ante su primer novillo, brusco en el capote y tardo en la muleta, intentó hacer faena en la segunda raya del nueve. El novillo era flojo y parado. Seseña quiso emplearse con suavidad en la muleta, en pases sueltos. El astado no quería pasar. Predominó el toreo sobre la diestra. Bien colocado. Le faltó pericia en el juego del engaño, en el temple. Mató de una estocada delantera algo caída, en la suerte natural. Ante el cuarto dio una buena verónica y consiguió una buena media. El novillo estuvo mal picado y lo acusó en la muleta. Seseña retrasó en exceso la muleta y no pudo con las embestidas sin fijeza del animal. Al natural subió el nivel del trasteo, que terminó enganchado y diluido. Los derrotes del burel se impusieron a la tela del novillero. Mató en la suerte contraria, de un pinchazo y de una estocada caída.
Valentín Hoyos, se vio ante un primer novillo flojo y de embestidas suaves pero sin acometividad. El animal era difícil de templar. Hoyos toreó más redondo. Fue desarmado. Al natural consiguió una combinación constante de muletazos, pero acabó a menos. Un final con doblones y un pase de pecho dio paso a una estocada en buen sitio, muy tendida y escupida, en la suerte contraria, más dos descabellos. En el quinto de la noche, Hoyos tuvo la virtud de cuidar que el novillo no le tocara ni capote, ni muleta. Le costó entender la distancia. No consiguió pases completos ante astado renuente. Aquello no prendió. Mató de cuatro pinchazos en la suerte contraria, el último en la natural, como la media estocada final en la cruz.
David López, inició su trabajo con verónicas y una media decentes. En la muleta, ante un tercer novillo castigado en varas, firmó una labor templada. Más empleo de la derecha. Al natural el novillo planteó oposición. La distancia y la suavidad del manejo de la muleta le permitió casi lograr faena. Lo mató en la suerte contraria de estocada algo caída, perdiendo el engaño. En el último novillo del encierro mantuvo el nivel en el toreo de capa. En la muleta el novillo acusó exceso de castigo en el caballo. Lo mejoró la lidia de Juan Carlos Rey. López en su faena volvió a desempeñarse más en el toreo en redondo. Al natural sacó la mejor tanda, ligada y templada. Rubricó un final con un pase de pecho, un molinete y un pase por bajo con su aquél. Mató en la suerte contraria tras un pinchazo y de estocada baja.


