Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Puede que el periodismo deportivo sea al periodismo lo que la música militar es a la música, y que por eso gustan tanto a la gente la música militar y el periodismo deportivo. El Madrid perdió la capa en Alcorcón, pero no hay mal que por bien no venga: con esa catástrofe el periodismo deportivo ha elaborado una fábula moral según la cual un pobre puede hacer pasar muy malos ratos a un rico, y eso siempre viene bien para elevar la autoestima de los cinco millones de parados. San Jorge cargándose al dragón. El gran mérito de transformar un país de nuevos ricos en otro de viejos pobres corresponde al socialismo zapateril, pero el desastre madridista en Alcorcón ha puesto música y periodismo –metáfora, en fin– a la gran verdad hispánica: nos “pone” la pobreza. Lazarillo, Guzmán, la picaresca entera, ¿qué es, sino la grande epopeya del hambre? Lo llevamos en la sangre. “Mire usted –le dice la Lola de España a Ruano–: de los novios que he tenido, ninguno ha tenido dinero. Me gustaron siempre los hombres pobres.” Toda esta literatura del “As” y el “Marca” sobre la belleza de los pobres del Alcorcón arrasando a los ricos del Madrid revela la tremenda y senequista primacía española de los valores morales. Si se alegró con el Annual madridista en Alcorcón, es que esta sociedad no está tan enferma como se decía. España, observó Pemán, tolera mejor que el pueblo muera pobre que no que muera rico el gobernante. Eso, sí: todos los españoles abrigan la ilusión de gobernar veinticuatro horas. “Si a mí me dejaran gobernar, nada más que veinticuatro horas...” A Pemán no se le ocurría un terremoto comparable al que resultaría poniendo en fila las veinticuatro horas utópicas que cada español lleva en el alma. ¡Veinticuatro horas! Ya se le escapó una vez a un ministro: “España es el país donde más rápidamente te puedes hacer rico.” Por el aseo que se dan en acaparar, la impresión, en efecto, es que los españoles sólo disponen de veinticuatro horas para reunir un capitalito. Pobres.

