Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Teníamos que hablar de Leganés, donde los partidos del progreso se han rehecho para desbancar de la alcaldía a la ganadora de las elecciones: los menos votados, los comunistas, se llevan, como Marx les enseñó, la Cultura, que es la llave de la pesebrera, y el Urbanismo, que es la llave de los ladrillos, ese vicio burgués. Teníamos que hablar de los Mecano, juntos para cantar contra las drogas, cosa que a los chavales ya no les hace ni gracia. Teníamos que hablar de los Wonderbra en Colón, pero eso sólo hubiera sabido hacerlo Ramón, que se negaba a escribir prosas y cosas así: “¡Únicamente greguerías!” Teníamos que hablar de la farlopa o lodo primordial de esta tardoposmodernidad en la que chapotea Madrid, pero, después de oír a los Mecano... Teníamos que hablar de los dídimos del Fary. “¿Qué tal, Fary?”, le preguntó un amigo. “Cojonudamente –contestó–. Dos meses me ha dado el médico.” “¿Y qué vas a hacer?” “¡Pues fumar y beber todo lo que se pueda fumar y beber en dos meses!” (A los dos meses, exactamente, murió.) Y, sin embargo, tenemos que hablar de Alonso el ministro, a quien el hecho de ser natural “de la parte León” no le exime del deber de la urbanidad. Un ministro imponiendo medallas póstumas en mangas de camisa es una imagen, en el mejor de los casos, deprimente, pero se ve que su antiamericanismo leonés le impide ponerse una americana de respeto, sin darse cuenta de que ese tipo de falta de respeto se inventó en América: allí descubrió Camba al personaje que representa Alonso. ¿Quién no ha sufrido alguna vez a un Alonso muy demócrata? Invitado a cenar en una casa, no hay cuidado de que se presente nunca con un ramo de flores. ¿Para qué? “Yo soy un hombre muy demócrata –dice–. Los cumplidos me revientan.” Y anota Camba: “Si hace calor, se quita la americana. Si tiene hambre, se sirve las fuentes por entero. Le tira pellizcos a la cocinera, por fea que sea, y lo justifica todo con sus principios democráticos: el atrevimiento y el mal gusto.” ¿Qué era Alonso antes de ser ministro? Juez. ¿Para qué? Para la Democracia. Los Alonsos nos tratan mal, nos miran mal, nos hablan mal, y fundan su comportamiento en principios políticos.

