Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Parece ser que, dramáticamente, en Madrid venimos de la alta comedia y nos encaminamos hacia el teatro social. ¡Alta comedia! La cantidad de tópicos que llenan esta época de la dramática es abrumadora, anota Fernández Flórez en “El país de papel”. ¿Por qué los médicos que aparecen en escena procuran decir frases solemnes? ¿Por qué las señoras más casquivanas están siempre casadas con hombres de ciencia? ¿Por qué fallecen al final todos los traidores de los dramas? “Cuando, desde nuestro asiento, vemos a uno de estos desdichados individuos penetrar por cualquier practicable en la escena, próximo ya a caer el telón, no podemos evitar un sentimiento de lástima. ¡Estás perdido, infeliz!, pensamos. Nadie te podrá librar ya de la puñalada, o del balazo, o de la estrangulación. Eres el traidor que entra en el último acto en la casa de su víctima, y no hay ejemplo de que alguno de ellos haya salido vivo. Ahora será inútil cuanto hagas. Inútil que intentes prolongar el engaño, inútil que pretendas huir. Si salieses del recinto que marca el decorado, todos te haríamos entrar de nuevo. Con dolor, pero con entereza, yo sabría decir al irritado padre, al ofendido esposo, a tu enemigo: Aquí está: es un traidor, y éste es el tercer acto; cumpla usted sus deberes. Y te daríamos una puñalada o te estrangularíamos con esa rapidez con que sólo estrangulan los cómicos.” En esta época los actores habían pedido al Gobierno la actuación en la capital del circo alemán Krone. Fernández Flórez se solidariza: “Debe impedirse a todo trance que entre en España algún espectáculo interesante y bien presentado. En Francia no se ha permitido trabajar al Circo Krone porque sus empresarios y muchos de sus artistas son alemanes. En España hay otra razón, y es que, si el público se acostumbra a ver estas cosas presentadas con verdadero buen gusto, ¿cómo va a soportar las representaciones en nuestros teatros, con comedias aburridas, artistas adocenados, decoraciones de papel, trajes baratísimos y música de organillo?”

