viernes, 1 de agosto de 2025

La democracia o la vida

Adriano Erriguel


Ignacio Ruiz Quintano

Abc


Cuando María Soraya, gobernadora y churchilliana, anunció “la hora de los sacrificios para los políticos”, todos sus súbditos nos pusimos en lo peor, que es decir en Chesterton, para quien cualquier buey se convierte en sagrado al ser sacrificado. Su heredera en la línea pepera de sucesión, Cayetana, nos pide ahora sacrificar la pensión, que es decir la vida, en aras de “la democracia liberal (?)”, que, a ojos de Foxá, es como morir por el sistema métrico decimal.


El martirio es la forma fundamental de la religiosidad y, dicho por Herzen, un demócrata ruso (con perdón), el liberalismo secular occidental es la religión última, sólo que su Iglesia es este mundo, no el otro, como sabemos por el liberalismo de Montoro. Wolin recuerda que la propaganda americana de la guerra fría machacaba con la idea de jugarnos “la supervivencia del mundo libre”, esfuerzo que demandaba “sacrificio”, para cuyo significado se acuñó el eufemismo burocrático de “significativos ajustes internos económicos y financieros”.


En tiempos de geopolítica revuelta, el régimen de la verdad búmer nos conmina a sacrificarnos por él (una épica al servicio del Vacío) –avisaba el otro día el mejicano Adriano Erriguel en un vistazo aquilino al Régimen de la verdad Búmer, el de María Soraya y Cayetana, sobre la expresión “régimen de la verdad” acuñada por Foucault.


“No olvidar a Foucault”, anotaba Ullán hará ya unos treinta años. (“Entreví varias veces a Foucault en manifestaciones callejeras, aunque sólo una vez charlamos brevemente a propósito de un trabajo que luego L. Goldmann me prohibió terminar: ‘¡Acabaría usted loco. Para eso, hágalo sobre Unamuno!’ No me formé, como suele decirse, una opinión concreta de la persona. Pero he vuelto a sus textos como quien se enemista con mucho del presente y con todo de su capacidad de olvido”).


Con “régimen de la verdad búmer” alude Erriguel al consenso político, social y cultural que, tomando pie en 1945, cristalizó en occidente en los 60, y que en sucesivas fases y adaptaciones ha pervivido hasta hoy. En esencia, el régimen de la verdad búmer, expresión acuñada por Neema Parvini, sería esto: “John Lennon por el lado positivo –el de la libertad de autoexpresión ilimitada (‘imagina que no hay países’)– y Winston Churchill por el lado negativo, alguien cuya máxima misión en la vida es frenar a los nazis o algo parecido”.


Hila que hila, Erriguel da con el nudo gordiano. El supremo lugar común del búmer: los extremos se tocan. Lennon y Churchill –con Popper como guinda doctrinal– son los vértices del triángulo del “Centro”, y todo lo demás, extremos. El búmer es el jardinero del Centro, y todo lo demás, jungla. La segunda guerra mundial es la historia ejemplarizante de derrota de los extremos y de la victoria del Centro.


Pero algo falló. El tren descarriló. Y eso es algo que el mundo búmer no acaba de aceptar, y lo que le hace peligroso.


¡Como que nos va a dejar sin pensión!


[Viernes, 25 de Julio]