sábado, 30 de agosto de 2025

Adolescencia



Ignacio Ruiz Quintano

Abc


Primer amor, primer dolor. Eso, al menos, decían los lectores de Martín Vigil, cuando los chicos leían porque había algo que leer. ¿Qué van a leer hoy? ¿Lo de García Montero? ¡Cielo santo! Esos ayes a lo Gala citando a Pascal para redimir a los obreros no se los salta ya ni Lisa la de los Simpson, cuya cabecita sería la única que no estallaría en esas funciones de teatro subvencionado que ponen en la capital. Hay que reconocer que, si tienes entre doce y dieciséis años, Madrid es una mierda. Me dicen que los feroces guardias del concejal Calvo siguen cayendo sobre los chavales que patinan en la plaza de Colón “ porque es que abajo hay un teatro y no puede ser”. La verdad es que, poco a poco, esa plaza ha ido adquiriendo el toque maleducado y gritón del personaje que da nombre al teatro municipalón, Fernán Gómez, el John Gielgud de la Corte de los Milagros, incluido el milagro de haber sobresalido como actor. En el Centro Cultural de la Villa el gallardonismo puso el rótulo de Fernán Gómez y sustituyó la cascada de agua que tanto gustaba a los guiris por unos cartones plastificados para anunciar unas funciones teatrales destinadas, como ustedes se habrán imaginado ya, a Lisa la de los Simpson, mientras los feroces guardias del concejal Calvo persiguen a su hermano Bart (hermano de Lisa, no del concejal), que patina, risueño, por los adoquines del Jardín del Descubrimiento (“Discovery Garden”). Igual que en la Francia prerrevolucionaria los campesinos apaleaban las charcas para acallar a las ranas con cada nacimiento de un príncipe, los feroces guardias del concejal Calvo apalean las piedras del Jardín del Descubrimiento para acallar a los “skaters” con cada alumbramiento municipal de Alicia Moreno. ¡Pobres Bart Simpson! Yo sé de un grupo de ellos que, hartos de tener que patinar delante de los guardias como nunca lo hicieron esos viejos zánganos de la política que presumen de haber corrido delante de los grises, decidieron colgar la tabla para consagrarse al botellón. Se aburren, pero con porrón. Otro éxito de Gallardón, que al final, para defenderse, siempre tiene cerca a alguna María Inauguración: “¿Tablas? ¡Que jueguen al golf, como todo el mundo!”