Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Los nacionalistas del Norte o Septentrión han salido en defensa del arte del cantante Muguruza y del cinero Medem, víctimas, según esos mismos nacionalistas del Norte o Septentrión, de un “feroz acoso antidemocrático”. Porque hay acosos y acosos. Acosos antidemocráticos y acosos democráticos. El acoso que sufren Medem y Muguruza es, además de feroz, como el lobo que levantó las faldas de Caperucita, antidemocrático. Desde luego, no está nada bien hacer eso con Medem y Muguruza, sin cuyas obras no sería posible entender el siglo XXI. Ante el antidemocrático y feroz acoso que vienen sufriendo, Medem y Muguruza no han tenido más remedio que ofrecerse a la sociedad como víctimas propiciatorias. A mí me recuerdan el caso de Pablo Alfaro, defensa central del Sevilla e ídolo de los pobres y de los periodistas deportivos. Los pobres lo adoran porque da patadas a los ricos, y eso siempre desahoga mucho, si se es pobre. Los periodistas deportivos lo veneran porque ha conseguido terminar la carrera de Medicina, y eso siempre son muchos libros, si se es periodista deportivo. Pablo Alfaro pasa por ser el mejor coceador de la Liga Española, conquista de la cual es muy responsable su entrenador, de nombre Caparrós, y ese entorno sevillano que lució en todo su esplendor la otra noche con motivo del partido de Copa con el Real Madrid. Al estilo de Medem y Muguruza, que se quejan como los galgos –para los que no saben cómo se quejan los galgos: si usted se encuentra con un galgo por la calle, haga como que se agacha para coger un canto, y verá qué forma de quejarse la del galgo–, los sevillanos acostumbrados a babear con el arte de Pablo Alfaro pensaron desde el principio que su único modo de superar la excelencia futbolística del Real Madrid era tirar patadas a los huevos y, al mismo tiempo, hacerse la víctima. Pablo Alfaro sufrió en el césped el feroz acoso antidemocrático de Zidane, y el árbitro, que para eso es árbitro, juzgó que entre Zidane y Pablo Alfaro, Alfaro. Y los 11,99 del PPV, ¿qué?

