JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ
Llegamos en peregrinación, aficionados al toro de toda España, a la llamada de Dolores Aguirre. Seguimos al toro íntegro, al toro que es toro y no mona y este año nos han puesto al toro a abrir las Corridas Generales de Bilbao, con la dignidad que la Historia de la Plaza de Vista Alegre se merece, dando continuidad a una larga tradición en la que el toro, el de Concha y Sierra, el de Miura, el de Pablo Romero, el de Urcola, el de Saltillo han sido las señas de identidad de una Plaza y de una afición. Ahora, los mercachifles que pastorean tan malamente los destinos de Vista Alegre ponen a Dolores Aguirre para lavar sus conciencias antes de echar esas corridas de bóvidos inanes, material artístico con el que ensayar posturas cursis y afeminadas para vilipendio del concepto del “arte”.
Dolores Aguirre ha traído a Bilbao una señora corrida de toros, dura y exigente, de impecable presencia, de inciertas intenciones, una corrida que imponía respeto, seis incógnitas a despejar por Damián Castaño, Juan Leal y Jesús Enrique Colombo.
Hay que hacer mención aparte a Damián Castaño, torero muy habituado a los toros de Dolores Aguirre, que ha dado la de cal, con sus adecuadas bregas, con su impagable generosidad en mostrar a los toros y con la sinceridad de su toreo honesto. Su primero fue Yegüizo, número 29, un espectacular toro colorado que en seguida mostró sus condiciones de bravura y casta. Por tres veces lo puso al caballo, cada vez más lejos, y por tres veces el toro acudió al cite, sin que la pelea en varas sea épica. Pronto y a más en banderillas, llega superior a la muleta con una hermosa y potente embestida que Damián a veces es capaz de dirigir. Toro muy exigente al que Castaño no cicatea, dándole distancia, sin agobiarle, consigue sus mejores momentos en el toreo con la derecha. Por la izquierda el toro tiene muchísima tela que cortar y Castaño es sobrepasado por el animal en cada muletazo, aunque es capaz de robarle alguno estimable a base de corazón. A esas alturas el toro ya ha ganado la pelea y Damián ha colaborado lo posible en lucir al toro. Lo despeña de una estocada fulminante que pone en sus manos una oreja del animal, al que se da una justa vuelta al ruedo.
El segundo de Castaño fue otro Yegüizo, este con el número 58, negro listón y chorreado en verdugo. Otro tío ante el que el torero volvió a demostrar la solvencia de su capote, y al que volvió a poner por tres veces al caballo. Tremendo inicio de faena, con el toro galopando a treinta metros y perfecta manera de recogerlo y torearlo. Otra serie a base de distancia sigue a esa primera, también de gran emoción y limpieza. El toro es muy exigente y Damián por momentos está superior con él, aunque también busque sus alivios. El público jalea al salmantino, que se atasca con la espada. Ovación para el toro en el arrastre.
Esto que se ha relatado es la parte interesante de la corrida, en la que hay cierta proporción entre las condiciones del toro y las capacidades del matador. El resto de la tarde es, por poner un símil, como si le das un Ferrari a uno que se acaba de sacar el carnet de conducir, porque ni Leal ni Colombo estuvieron a la altura de las condiciones y de las dificultades de sus oponentes. Leal pretendió ir a sus terrenos tan queridos de las cercanías, ahogando y agobiando a sus dos oponentes sin obtener un solo muletazo digno de tal nombre y, además de muchos gritos, dio sendos mítines con la espada y el verduguillo. Colombo, que venía de una fractura de brazo, capoteó sin ton ni son, sin finalidad, sin usar el capote para ahormar; banderilleó cuarteando y al violín con velocidad y poco arte, con más precisión en su segundo que en su primero. Compuso dos faenas deslavazadas y sin plan, como esos que creen que alzando la voz te va a entender mejor un extranjero que ignora tu idioma. Su primero se partió una mano en un muletazo y eso hizo que la labor de Colombo fuera más breve con ese toro.Su segundo era una lámina de La Lidia, que fue saludado con una ovación por el público y fue el más manso de la tarde. A ambos los despenó Colombo con su acreditada suficiencia estoqueadora.














