lunes, 6 de julio de 2009

TOMÁS Y EL PARTO DE LOS MONTES

José Ramón Márquez
Entre el delirio y el éxtasis es difícil mantener la cabeza fría. Corrida de seis toros adobada con todo lo imaginable: reventas multimillonarias, expectación mundial, defensa de la fiesta, festival de adjetivos para los cronistas y muchísimo ruido de fondo. ¿Quién da más? Uno dice que aquello estaba “todo preparado para una fiesta que al final fue más de ambiente que otra cosa; triunfalismo y escaparate”. Otro dice que “el ambiente estuvo, por tanto, incondicionalmente de parte del torero de Galapagar, que no cuajó ninguno de los seis toros ni de capa ni de muleta, ni mató con rigor a ninguno de los seis, pero anduvo, en cambio, valiente, entregado, rendido y firme con los seis”. Otro, en una agencia de noticias, informa de que “el diestro español José Tomás cortó cinco orejas en la tarde del domingo en Barcelona tras encerrarse con seis toros en la Monumental, aunque sufrió dos revolcones sin consecuencias y no fue una de sus mejores tardes.” Una señora escribe que “entristece que, en ocasiones, el público que tanto sigue a este torero necesite de volteretas y achuchones para entregarse de lleno y pase por alto faenas técnicas y de dominio, en ocasiones de gran pureza como sucedió en el segundo y tercer toro. Se prefiere al José Tomás del 'ay' al del 'olé'", pero en otra agencia leemos que “los trofeos que paseó del segundo y del tercero de la tarde, fueron lo que se dice orejas fáciles, pues mientras que el trasteo al primero de ellos tuvo altibajos, aunque con momentos emotivos toreando por el lado derecho, y sin contundencia con la espada, el que realizó al otro, que fue más compacto, tampoco tuvo rúbrica oportuna con los aceros”. En un periódico de Barcelona afirman que “el número uno, el torero estático, se entregó hasta el agotamiento en la tarde de los seis asaltos y los más de 30 grados de calor. Pudo ser mejor, más brillante y estremecedor, pero todo cambió por culpa de la escasa energía y del poco recorrido de las reses y, sobre todo, desde el primer revolcón que le propinó el segundo toro”. Múltiples visiones y, en general, pocas cabezas frías. Al terminar la corrida, me llama el aficionado C., ferviente Tomasista, y me da su reseña: "Éste no es el del 5 de junio en Madrid. Fue penoso verle hacer una larga cambiada de rodillas. Con lo que ha hecho hoy aquí, en Madrid no le dan ni una oreja…"

(En la imagen, una visión de Xaudaró)