Hace algunos lustros mi amigo el maestro-profesor, y sin embargo pintor, Ignacio Mayayo se apiadó de un joven en un bar de madrugada que le dijo que no tenía dónde dormir. Se lo llevó a casa y, como le solía pasar a Ignacio, se quedó a vivir un año largo y a sus expensas.
El joven, al que todos llamábamos el coleguita, se instaló en una habitación interior del piso que entonces ocupaba Mayayo en la calle Mefisto de Zaragoza. Decoró su cuarto pegando en las paredes un montón de páginas de tebeos de Conan el bárbaro. El personaje que más admiraba.
Ignacio ya tenía una larga experiencia de compartir casa con indigentes. Había vivido con un mendigo al que todo el mundo llamaba el Chérif, ya que siempre portaba en su mugrienta chaqueta una estrella de metal. Además de haber sido el pagano y anfitrión de unas cuantas comunas de aquellas del final de los setenta. Por esto, el que otro indigente más se instalara en su casa se lo tomaba con una naturalidad bíblica. No le producía el más mínimo estrés.
El coleguita se ganaba la vida traficando con hachís a pequeña escala. A menudo volvía a casa magullado a golpes por algún altercado propio de la noche y de su negocio. No era mal chaval, pero parecía claro que la fortuna ni le sonreía ni le iba a sonreír.
Un día, al llegar a casa de madrugada, Ignacio se lo encontró llorando desconsoladamente:
– ¿Qué te pasa? –le preguntó Ignacio.
Entre sollozos, el coleguita le respondió:
–Estoy muy triste porque he tenido un desengaño amoroso...
–¡Pero cómo vas a tener tú un desengaño amoroso si eres un mierda que no tiene dónde caerse muerto! Trabaja, búscate una casa, cómprate un coche...Y cuándo tengas todo eso podrás enamorarte y tener desengaños amorosos. ¡No te jode el mierda éste!
El coleguita, tras la conversación, se quedó pensativo. Después arrancó de la pared de su cuarto todos los tebeos de Conan. Por la mañana salió pronto y recién duchao a buscar trabajo.
El otro día me lo encontré, veinte años más tarde, y me contó que vive en un adosao con su familia y es vendedor de ordenadores.
(Publicado en http://pepe-cerda.blogia.com/ En las imágenes, arriba, Ignacio Mayayo, y abajo, Conan el Bárbaro)