domingo, 5 de julio de 2009

CAYETANO Y LA NATURALEZA





José Ramón Márquez




Natura non facit saltus, nos avisa el clásico. No se puede decir de la noche a la mañana: ‘Yo quiero ser torero’ y serlo. Aunque se disponga de condiciones naturales, el toreo parte necesariamente de una base técnica que es esencial, porque es la que permite estar con seguridad en la cara del toro y resolver problemas sobre la marcha. Eso se aprende de joven, casi de niño, y sobre eso se edifica todo lo demás, especialmente el estilo, la forma en que cada cual interpreta su manera de ser torero.
Viene esto a cuento de lo visto ayer en la simpática inauguración de la nueva Plaza de Toros de Arévalo, de la sensación de insuficiencia técnica que demostró de nuevo Cayetano. Por más que un torero exquisito como Curro Vázquez, desde el callejón, le vaya teledirigiendo la faena, no le puede transferir ni un ápice de su torería, de su personalidad, de su conocimiento. Cayetano, frente a un nobilísimo toro, tira líneas, acompaña embestidas y sale de aquello como puede, pues le falla la base. Viéndole ayer, tan a la deriva, uno pensaba en el trago tan difícil que debió ser para él su comparecencia en Madrid del año pasado, solucionada a base de raza más que de técnica y conocimiento. También uno se explica que el torero no esté dispuesto a realizar un esfuerzo de tal envergadura cada año, lo cual da pistas sobre su ausencia de las citas de auténtico compromiso. El público festivo le dio las dos orejas. Livianas orejas que no se conceden a un torero, sino a un producto.