miércoles, 8 de julio de 2009

¿DESPEDIDA DE JOSÉ TOMÁS?



Por José Ramón Márquez


Da la impresión de que la corrida benéfica o a beneficio del pasado día 5 en Barcelona marca un punto de inflexión en el devenir profesional del llamado “dios de piedra de Galapagar”. Esa publicitada tarde ha puesto una vez más en evidencia las características que han marcado la trayectoria de este extravagante torero y de manera muy particular las carencias de su apuesta.

Se ha señalado con insistencia y de una forma a la que cada vez se han ido sumando más voces que el diseño de la ‘segunda venida’ de José Tomás obedece de una forma milimetrada a los principios de la moderna mercadotecnia dispuesta en tres líneas.

En primer lugar la constante negativa del torero a participar en las grandes ferias, alegando diversos motivos, y a alternar de forma sostenida con sus iguales en el escalafón para refugiarse en corridas muy preparadas de antemano en las que el llamado ‘Pasmo de Galapagar’ siempre se ha guarecido entre dos toreros que él consideraba que no podrían hacerle sombra.

En segundo lugar se ha comprobado la decisión del torero o de quienes le aconsejan de no tener que verse con corridas de un mínimo compromiso, ni siquiera de hacer, al menos, lo que se suele llamar ‘un gesto’, buscando siempre la comodidad de sus ganaderías fetiche como Cuvillo y las demás.

Y en tercer lugar se ha podido comprobar, y eso es un gran activo para el diestro, la fidelidad de sus “consumidores”, dispuestos a seguirle a cualquier plaza con una devoción casi mística.

¿Y después de Barcelona, qué? Pues tras esa importante tarde, publicitada urbi et orbe, queda lo que siempre hubo: un torero con una notable falta de oficio que es sustituida normalmente por una gran impavidez, que a medida que los toros le cogen y le trompican va tomando más precauciones para que eso no pase, pues ya se sabe que los toros, aunque no calen, hacen daño. En Barcelona volvió a estar tres veces por los aires, y eso siempre se debe poner como demérito del torero, ya que la cogida es siempre un accidente indeseable. Pero a medida que Tomás va tomando precauciones, su toreo se va pareciendo más al de los demás: en Barcelona se le vio perder pasos como a casi todos y renunciar a aquel famoso ‘sitio inverosímil’ en el que se ponía.

Por no aburrir, ahí va la conclusión: José Tomás está para irse y seguramente lo hará de la misma forma sorpresiva que la vez anterior. Su techo de torero extraordinario, su aldabonazo lo dio entre los años 1997 y 1999. Esta reaparición ha traído, para los que no somos de la secta, la tarde de Madrid del 5 de junio de 2008 y poco más. Un torero debe dosificar las tardes de compromiso con las de recaudación: esto, se quiera o no, es también una forma de ganarse la vida, pero no se puede aspirar a ser alguien sin pisar las ferias de Sevilla, Madrid o Bilbao. El brindis a su cuadrilla del pasado domingo abre incertidumbres, el rostro impenetrable del torero dice poco o nada, pero la lógica dice que, antes de que finalice la temporada, Tomás debería estar fuera. Si Barcelona le hubiese servido de balón de oxígeno para engrasar la maquinaria mediática, la cosa sería distinta, pero a la vista de cómo han rodado las cosas y de la inanidad de los compromisos que le han preparado, no parece posible que José Tomás tenga ilusión para poder aguantar lo que queda de temporada sin caer en un grave aburrimiento o depresión.


(En la imagen, José Tomás... ¿diciendo adiós con la muleta?)