Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Hacer ascos a los dictadores es como hacer ascos a las sopas de ajo. Entre otras cosas porque en España, políticamente, nunca hemos conocido otra cosa. Esto mismo de ahora, el sanchismo, es una dictadura: comisaria (o mejor, “cutrecomisaria”), pero dictadura, y enfrente sólo tiene a “los idóneos”.
“Los idóneos” se llamaron los que se fueron con Dato cuando la escisión en el partido conservador de Maura. Hoy, las cabezas del “idoneísmo blandengue” son Casado y Rivera, demócratas a la manera española de Weyler.
–Por temperamento y por convicción –decía el general al Caballero Audaz–, soy muy demócrata… En esto llego hasta la exageración… En ocasiones he regresado de una visita a pie, aguantando la nieve y el frío, por no tener al cochero en la puerta esperándome.
Esto lo saben sus competidores de partidocracia, Sánchez y Pablemos, que se aprovechan de ese “esnobismo que empieza en la duda elegante y la cabriola intelectual y termina en la claudicación o en la indiferencia suicida”. De ahí la abstención de “los idóneos” ante la exhumación de cadáveres por motivos ideológicos.
Sánchez viene de Venezuela y de la literatura energuménica que sustenta sus siglas: el “golpe de muerte a la burguesía, destruyendo el Estado social por ella creado” que prometía el tronado de Iglesias, o “la República de trabajadores” (?) del idiota de Araquistáin, para quien España era “un pueblo virgen” (?) que hay que “organizar en nación”. Y Pablemos es un Zelig de mercadillo que se cree Saint-Just salvando la Revolución mediante una “potencia dictatorial” en manos de “un hombre de genio, de fuerza, de patriotismo, de generosidad para aceptar ese empleo de la potencia pública”, o sea, él. De Pablemos corre por las redes un video que explica que lo suyo es la dictadura, pero que como la palabra “no mola nada”, la sustituye por “la palabra democracia”.
“Los idóneos” no acaban de entender que en Madrid la democracia, igual que el madrileñismo, es una ficción literaria.