José Luis Cuevas y su Giganta
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El mexicano José Luis Cuevas (si van a México, besen a su “Giganta” y reinventarán la Tierra) era un hipocondriaco tan coqueto que, cuando cayó en el cepo del cáncer de próstata, quedó en silencio, él, que hablaba como parpayuela y con el “uno”, como Baroja y Gutiérrez Solana. ¿Por qué? “Ay, pues no quería que la próstata de uno anduviera en boca de todos”, me contestó en un salón del Palace.
–Si algún día han de quitarte un cangrejo de ahí abajo, y no quieres quedarte como un buey de Florito, fíate sólo del robot –me dijo un amigo de los toros en el último San Isidro.
De toro a buey es fácil pasar, pero de buey a toro la cosa se vuelve imposible. Este pensamiento llevó a mi amigo a ponerse en manos de un robot privado por 24.000 euros, pues el robot público tenía en Madrid una cola de siete años, media entre los quince días de la del País Vasco y las calendas griegas de la de Extremadura, donde no había robot.
Me vino a la cabeza el cuento con motivo del decreto del gobierno-okupa que declara la Sanidad Universal. ¿Cómo un país que debe más que Alemania en Versalles se permite invitar a médico a toda la humanidad como quien toca el organillo con el codo o moja pan en el vermú?
El “agit-prop” del sanchismo vende su gobierno-okupa como el gobierno de los pobres, por los pobres y para los pobres, parafraseando la muletilla demagógica de Lincoln en Gettysburg, pero todos los decretos del dictadorzuelo Sánchez (nadie le ha votado) son patadas a la próstata de los pobres, víctimas de su Sanidad Universal (los ricos tienen el robot en casa, y si no, cama en la clínica Mayo de la Minnesota de los “amish”), de su Educación Pública (el viejo ascensor social hoy con el cartel de “No funciona”) y de su Inmigración Sin Papeles (los ricos no viven en los guetos).
Mas, como alternativa al capitalismo, hace mucho que los comunistas dejaron de prometer la abundancia sin límites para hacer la apología de la pobreza ejemplar y compartida. A disfrutarlo.