miércoles, 8 de agosto de 2018

Pepitos

Pepito Arriola


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    El niño prodigio Pepito Arriola se llamaba José Rodríguez, era hijo de padre desconocido y primo de Hildegart, hija de Aurora Rodríguez, niña prodigio concebida con un cura para “mujer del futuro” (o sea, del Psoe), muerta a tiros por su madre, que la tenía por su “escultura de carne”.
    
A Pepito, que mamó hasta los ocho años, lo sentó al piano su tía, la  mamá de Hildegart, una loca de la eugenesia consagrada a la creación de “muñecos de carne”, y con treinta meses Pepito tocó “Moraima”.

    –Mamá, yo “coco” el piano –se excusó el rorro.

    Pepito, apadrinado en Madrid por la Reina regente María Cristina, tocó en público para el mundo entero (en California se lo rifaban), y en privado, para Guillermo II de Alemania y Jorge V de Inglaterra. Luego creció, perdió el encanto del “niño monstruo”, y desapareció para siempre, cuando podía haberse instalado en Londres y vivir de elogiar la empatía del “bobby” y la ternura del “sunday roast” antes de enviar una carta al “Guardian” para pedir a Churchill una velada para dictarle, en calidad de víctima, las leyes que solucionarían la lacra de la eugenesia y el maltrato infantil, como ha hecho en España el pianista Rhodes, otro buscador de trufas en la linde del hispanismo, como el viejo Gibson, y perfecto conocedor, por cierto, de la democracia a la española, en la cual el jefe del partido que manda acapara todos los poderes del Estado.

    Claro que Churchill no era un melómano como Sánchez (¿versará su secreta tesis doctoral sobre cómo saltar las octavas cuando tus manitas no dan la llave?), capaz de secuestrar un avión del Estado para volar por la “jeró” con su “Cari” a un concierto de “The Killers”, los Pecos de Las Vegas, y, además, con un hermano, Azagra, que mueve la batuta en Rusia apadrinado por el pope socialista Jerónimo Saavedra, y que al ritmo de acaparamiento del Estado que lleva el sanchismo podría caerle en cualquier momento la piñata de la Orquesta Nacional de España.

    –Mama, yo “coco” el piano.