Javier Egea, poeta y suicida
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
De la toma de Granada, ciudad cuyo gran poeta contemporáneo es el suicida Javier Egea (síntesis Góngora-Marx), a la toma del Cervantes ante Carmen Calvo y Pepe Borrell. Es el no va más de Montero, un comunista de la Experiencia (en nóminas del Estado, al menos) que como poeta compite con el letrista de “Llorando por Granada” de Los Puntos.
Antes de que Sánchez, a quien nadie ha votado, lo nombrara jefe del Cervantes, el alcalde pepero de Burgos lo hizo presidente del hasta entonces prestigioso premio de poesía con el nombre de la ciudad. Después de todo, Montero debe su fama poética a Aznar, que se presentó un día en el Congreso soltando ripios de “Habitaciones separadas”, librillo que llevaba en la cartera presidencial. En 2012, Montero dio el premio de Burgos a un poeta granadino que no había pasado la criba de los once finalistas, y así se supo lo mucho que mandaba.
De la toma del Cervantes ha trascendido la arenga feminista, como sacada del coloquio de los perros, de la egabrense Calvo:
–Hay que proteger a Aldonza y a Dulcinea, porque no hay mejor cultura que la igualdad.
En el gobierno-okupa de Sánchez, el presidente y el ministro de Cultura no saben hablar el español, pero la vicepresidenta no ha leído el Quijote, y el nuevo jefe del Cervantes, tampoco, con lo cual Calvo y Montero son el mismo personaje, como Dulcinea y Aldonza, y si Borrell los miraba con cara de Olenchero es porque los catalanes, como bien lo vio Madariaga, son, ante todo, enamorados de la causa (la que sea), amadores de una Dulcinea a la que rendirse y servir, y ahí está la “Resolución de 17 de julio de 2018, del Instituto Cervantes, por la que se publica el Convenio con la Universidad de Lleida, para colaborar en la formación de profesores en el ámbito de la enseñanza del español… como lengua extranjera”.
Pobre español, perseguido con saña española por el periódico global, sus poetas orgánicos y los políticos (todos) del Cervantes. La vida, dice Buela, es dura.