martes, 21 de agosto de 2018

Grecia

Varoufakis


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Lo que queda de Grecia ha salido de la celda de aislamiento de la UE, que invirtió en el tratamiento unos 2.273.000.000.000 de Cristianos (Ronaldos), con un 25 por 100 menos de PIB.
    Para lograrlo, el IV Reich de frau Merkel, que es un Reich exclusivamente financiero de préstamos privados y cobros públicos, tuvo que recurrir a los comunistas, que son los que se saben todas las dietas. Es natural que para España, con un déficit de disparate, frau Merkel piense en recaudadores “amatonaos” como Sánchez y Pablemos, nuestros Tsipras y Varoufakis (aquel ídolo de Ciudadanos por su tontiloca teoría de los juegos, que luego salió de naja en moto a lo mulá Omar), hechos para sangrar al país sin que el país rechiste.

    Como todo en España, el déficit tiene una motivación antifranquista: el franquismo lo dejó en un 7 por 100 del PIB, y “la democracia que tanto nos costó traer” lo tiene en el ciento y la madre, para regocijo de los usureros habituales.

    En la playa, desde luego, ya se nos empieza a ver cara de griegos. Griegos de cabeza pequeña, que según Galeno es siempre viciosa en el hombre (“por falta de seso”), y griegos de cabeza grande, que también es mal indicio (“como acontece en las naranjas muy grandes, que abiertas tienen la cáscara muy gruesa y los gajos pequeños”). Griegos sin cuerpo, por las dietas, que ya preludian la gran dieta final. Hipócrates, el del juramento en la sala de espera del estomatólogo, nos recomienda, si queremos ser muy sabios, “no estar cargados de carnes y pringue”, aunque sus discípulos distinguen dos géneros de gordura: la robusta, de muchas carnes, cuyo temperamento es caliente, y la adiposa, con mucha grasa, cuyo temperamento es frío. En la primera los muchos huesos perturban el raciocinio, lo cual no acontece en la segunda, pues, “donde falta la carne, ordinariamente hay mucho ingenio”.

    Del griego por antonomasia, Platón, nos queda que nada perturba el alma como la digestión, ni nada la levanta tanto como el ayuno.

Mulá Omar