sábado, 25 de agosto de 2018

Malotes


Pepiño Blanco


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    José Alfonso Morera Ortiz, El Hortelano para el arte, tenía en Madrid, como Carrère, sus “horas de vagar”. Una Nochevieja conoció a un paisano de copas que pagaba él porque marchaba con una beca a Nueva York. Como se le acabara el dinero, fue a casa “un momento”, en la calle Mayor, por más, y el paisano aprovechó para, de una tunda, quitarle todo, menos el susto. Ya en Nueva York, decidió disfrazarse de malote para que no se repitiera la Nochevieja: se disfrazó de “skin”, con tan mala suerte que unos negros que pasaban por allí, insensibles a las explicaciones del camuflaje, le dieron una leña.
    
Estos quebrantos de El Hortelano me vinieron a la memoria con un tuit de Pepiño Blanco, el león de Palas de Rey que no pasó de primero de Derecho en Santiago de lo duro que era (el Derecho), acusando a los peperos de… “muy blanditos con Franco”.

    –En Madrid los que me insultan llevan abrigos de visón– se defendió en su día Pedernal Pepiño porque la gente empezó a preguntarse de dónde sacaba para tanto como destacaba.
    
¡Del “Sed duros” de Nietzsche, nuestro ídolo de adolescencia, al “Sed caraduras” de Pepiño”, nuestro ídolo de madurez!

    Pero, igual que El Hortelano no era “skin”, Pepiño Blanco no es “heavy”. Ni un Tom de Finlandia. Y tampoco un Charles Bronson. Si acaso, y por la humedad del labio, el E. B. Farnum de “Deadwood”, capaz de hacerse una queimada con la calavera de un general. Como ministro de Fomento su mayor logro fue poner en el mapa mediático la gasolinera de Guitiriz. Ahora baila rock & roll (“duro y rollizo”) sobre la tumba de Franco porque la clandestinidad de su partido se reduce a hacer pintadas antifranquistas en un garaje de Sevilla, y enviar las fotos al extranjero en prueba de tener rodeado al Régimen que protegía a “Isidoro” como oro en paño. Franco los tenía por tontos y en las redadas, si por error caía un socialista enredado con la trenka, se le devolvía al agua como si fuera una bertorella.

    El carácter de España es Pepiño.