jueves, 6 de abril de 2017

Tótem

Restauración del Guernica

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

El “Guernica” es el tótem, no del arte contemporáneo (privilegio reservado a los cuadrados, el negro y el blanco, de Malevich), sino del Consenso’78, cuyos devotos (los “guernícalos”, en el lenguaje de Hughes) no se atreven a pasar por delante del cuadro con las manos en los bolsillos.
No hay tierra de España que no tenga un mito de toro –escribe en el 31, en “El Sol”, Víctor de la Serna (“El tótem airado”).
Explicado por el amigo que abastecía a Picasso de percebes coruñeses de veinticinco uñas, el “Guernica” sólo es una corrida de toros inspirada en la muerte de Ignacio Sánchez Mejías, y aquí es donde pedirá las sales el amo de llaves del “Sofidú”, Manuel Borja (¡el hombre que emocionó a Spielberg citando a Gramsci en el periódico global!), uno de los dos manolos de moda del marianismo (el otro es Pablo Manuel, Pablemos para la política). El gobierno republicano acudió a Picasso para llevar algo “moderno” a la Exposición del 37 en París, y el artista le colocó la corrida, que le gustó lo mismo que a los maestrantes el pincho moruno que les pintó Barceló para la feria sevillana de 2008, y, bastante corrido, lo arrinconó. Lo demás lo hizo la propaganda.

¿Y qué dejan ustedes para Hiroshima? –preguntó una vez Manuel Blanco Tobío al director del Moma en Nueva York, que se hacía cruces ante el colosalismo del bombardeo de Guernica.
Para deshacerse de sus toros, España ha de deshacerse de sus pintores. Con Picasso ha hecho falta mucha propaganda para convertir una corrida en un bombardeo. En vista del éxito, los académicos de San Fernando intentaron convertir en antitaurino a Goya, cuya primera “Tauromaquia”, por cierto, fue subastada ayer en medio millón de libras en Sotheby’s. Su truco es decir que Goya hizo esos grabados porque no iba a los toros, “técnica interpretativa” que no aplican al dibujo de Galileo torturado por la Inquisición, suceso que, como el “Ustedes lo hicieron” de Picasso a un jerarca nazi, nunca ocurrió.