miércoles, 26 de abril de 2017

Personal

El quinteto de la muerte, 1955
De izquierda a derecha, de pie:
Louis Harvey (Herbert Lom), Harry Robinson (Peter Sellers) y Mayor Claude Courtney (Cecil Parker).
Agachados:
Profesor Marcus (Alec Guinness), Señora Louisa Alexandra Wilberforce (Katie Johnson)
 y "One-Round" Lawson (Danny Green)

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Con la muerte de Palomo Linares se nos va “el último rabo de Madrid”, y con la dimisión de Esperanza Aguirre, el penúltimo “negrito” del marianismo, cuya versión castiza de “Ten Little Niggers” ha mejorado al original.
Esperanza Aguirre fue una mala jefa de personal, pero no peor, por ejemplo, que Jesucristo, como Kornílov, el arqueólogo del Museo Central de Kazajistán, trata de demostrarle al padre Andréi, para quien tres cuartos de los traidores son mártires fracasados, en la “La facultad de las cosas inútiles”, obra alucinante de Yuri Dombrovski:
¿Y su Cristo no veía a quién reclutaba como mártires? ¡Mira qué pandilla reunió! Pedro renegó de él. Tomás dudó y Judas lo traicionó. Tres de doce: el 25 por ciento de producto defectuoso. Cualquier jefe de personal sería destituido por esta selección. Sin derecho a ocupar otros cargos de responsabilidad. Pedro, por ejemplo… ¿Qué habría pasado si en el instante de su negación alguna de las autoridades presentes hubiese oído las palabras de la mujer que lo acusaba? Ése habría sido el final de su Pedro. Recuerde lo que Cristo dijo de él: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia”…
Aguirre decidió edificar su iglesia liberal (liberalismo y krausismo son las formas españolas de creer en cualquier cosa una vez que se ha dejado de creer en Dios) sobre la coleta torda de Nacho González y le salió un “remake” de “El quinteto de la muerte” (“The Ladykillers”), con Aguirre de señora Wilberforce metiendo en la Puerta del Sol (King’s Cross, también sobre ferrocarriles, en la versión inglesa) al profesor Marcus y su banda.

¡Ay, la corrupción!

¿Es que se pretende –denuncia en 1881 Antonio Mauraque los dos partidos abran una cuenta corriente de delitos y de infamias y no se discutan más que los saldos, de suerte que de las atrocidades que haya cometido uno de los partidos se haga carta abierta para que el otro las cometa y se empiecen a contar cuando excedan las del otro?
Y ahí seguimos.