lunes, 10 de abril de 2017

Derrota entre Dolorosas

 El Rescatao, momentos antes de subir al trono que le llevará a las calles
 En primer término, llamador

La Esperanza de Córdoba

Francisco Javier Gómez Izquierdo

       Creo que los españoles en general, y algunos muy en particular, adquieren ya desde la infancia una tontuna inclinación por enemistarse con un prójimo desprevenido. No me refiero a la inquina que surge por naturaleza contra el ladrón que te roba o contra el asesino que mata a tu vecino o al vecino de tu primo. Los aficionados al fútbol saben lo que quiero decir. Las diferencias entre los hinchas y no tan hinchas del Madrid y el Barça no es día de glosarlas. Ni las de colchoneros y merengues o culés y periquitos. Me refiero al cachondeíto  con el que te pregunta un pucelano en Murcia cuando se entera que eres de Burgos: “ ¿Y el Burgos dónde está ahora; en 2ªB o en Tercera?”  El tío se hace el tonto y tú sin saber por qué deseas como cuando eras niño que el Valladolid pierda siempre.  Reconozco que he tenido mala suerte con los vallisoletanos que he conocido y estoy convencido de que no pueden ser todos del mismo caletre.

     No saben ustedes las ganas que tengo de que el Córdoba puntúe en la que hicieron capital de mi reino, siendo Burgos Prima Voce y Caput Castellae, pero Valladolid gana siempre al Córdoba. Algunos años hasta nos golea y hubo una ocasión que me pareció que nuestros jugadores -los del Córdoba- se dejaron ganar en Zorrilla con goles mas sospechosos que tontos. Tampoco es día de abrir heridas cicatrizadas. Es día de encomendarse al Rescatao y a la Esperanza de S. Andrés para que la derrota por 2-1 en horas de misa de domingo de Ramos no arrastre al equipo a los infiernos por los que pena mi Burgos desde hace tres quinquenios.
    
Mi compadre Paco llegó de Piedrabuena en el descanso, cuando perdíamos 1-0. Mientras preparábamos la mesa, nuestro medio Edu Ramos, regaló un balón al borde del área propio no por maldad o por una cuestión de apuestas como en Elda, sino por manifiesta torpeza e incapacidad para ejercer las tareas encomendadas y ¡zás!, 2-0. Al poco, se maquilló ¿? el resultado con un gol de Alfaro, en regalo ajeno parecido al propio, pero nosotros estábamos ya en que si el vino, el bacalao y un queso curado de Zuheros al que mi compadre ponderó más de lo que merecía. Había que comer rápido porque con los nuevos itinerarios el Rescatao salía a las cuatro y ya les he contado la inclinación capillita de mi chico que arrastra a nuestras doñas, por la que se comprometen a coger sitio más de una hora antes de la salida del Señor de Córdoba.  
      
Los ingenieros que idearon el nuevo recorrido procesional no tuvieron presente que la Esperanza de S. Andrés y el Rescatao de los Trinitarios chocaban a la misma hora en la Magdalena, por lo que “nuestro” Cristo salió a las cuatro y media y no a las cuatro como pone en las guías.  A las siete dejé a toda mi gente pateando Córdoba y yo me volví a casa a recoger los aperos de la mina de donde he salido esta mañana. Desayunando hace dos horas, nadie parece dar importancia a una derrota que a mí me huele a catástrofe. El personal está preparando la túnica y recogiendo la vela en la iglesia del Zumbacón, la de enfrente de mi casa, porque a las cuatro sale la Merced, la virgen de los presos, con el Cristo torturado y con la boca abierta al que se le ven “las campanillas”.