jueves, 21 de julio de 2016

Naudé


 Gabriel Naudé



Ignacio Ruiz Quintano
Abc
    
Para comprender los intríngulis del régimen no hay que leer al barón de Montesquieu, pensador absolutamente subversivo en España, sino a Gabriel Naudé, un siglo anterior, en cuyas “Consideraciones políticas sobre los golpes de Estado” hallará el lector los hilos que mueven el teatrillo de nuestros políticos de corral, todos alrededor de lo que los une, el Estado (el Estado de Partidos que nos franquició Manuel García Pelayo), a costa de la Nación, “discutible y discutida”, que somos nosotros, y que unos, como Pablemos, quieren subastar en referéndum, y otros, como Rivera, estabular en una federación proudhoniana, como la de Villar, el del balón. Por único ideal, el de Ledesma, “la conquista del Estado”, y por eso los escandaliza, no que Cataluña quiera su Estado, sino que Inglaterra no lo tenga.

    En Naudé “golpe de Estado” no es la cosa decimonónica y cuartelera de Erdogán (nadie sabe aún si con la inspiración de Kerry o Lavrov), sino el secreto, la acción barroca y extraordinaria que el príncipe se ve obligado a ejecutar en momento desesperado, sin guardar ningún orden ni forma de justicia, arriesgando el interés de los particulares (otra vez nosotros) por el bien general (el Estado de Partidos).

    Golpe de Estado es secreto de Estado.

    –Cuando se trata de “golpes de Estado”, se ve caer el rayo antes de oír el trueno entre las nubes –avisa Naudé, a quien Pablemos tampoco ha leído, dada la sorpresa que se llevó en el Congreso con las votaciones.

    La esencia (barroca) del acto político es, para Naudé, el golpe de Estado del príncipe, que ahora, aquí, es Rajoy, más centrista que nunca (a sabiendas de que todo gobernante está en el centro), como Suárez, por la gracia, no de Dios, que con Ése ya han acabado los fray Gerundio que escriben su Nombre con minúscula, sino del reparto estatal.

    –Las personas carentes de doblez y sinceras no resultan apropiadas para desempeñar el oficio del gobierno –es el remate, con media verónica, de Naudé.