lunes, 4 de julio de 2016

José Manuel Durán Menés con los Sepúlvedas en el centenario de Gallito con los Martínez

 Ambientazo a las siete menos diez

José Ramón Márquez

 1916, 3 de julio, lunes. Un siglo, hoy, de la auténtica corrida histórica a la que uno hubiese querido asistir. Un siglo de José Gómez Ortega, Gallito, y los siete Martínez en la Plaza Vieja: la tarde suprema del más grande de los toreros, cuya majestad apenas podemos vislumbrar en las imágenes en blanco y negro del entonces incipiente cinematógrafo y en las que, no obstante, se pueden contemplar con nitidez los siete naturales en los que ya se halla completamente definido el nuevo toreo que está por venir. Aquí seguimos algunos hoy día venerando al rey de los toreros, triunfo de la razón y del conocimiento, triunfo de lo apolíneo, sabiendo nítidamente que la historia y la evolución del arte de torear en el siglo XX le debe a José casi todo, a este inmortal Joselito que ni siquiera necesitó de una pluma egregia a su lado capaz de inventarse su leyenda, pues él mismo fue leyenda desde su alumbramiento hasta la tarde de Talavera, sin más literaturas.

2016, 3 de julio, domingo. Un siglo después nos sentamos en la recalentada piedra de la Plaza de Toros Monumental, en cuya construcción intervino de manera tan definitiva Gallito, acudiendo a la llamada de un típico cartel veraniego y económico, con una Plaza en la que la mayoría del público está formado por elemento foráneo, en esta especie de Onu estival que son Las Ventas cualquier domingo hasta que lleguen los fríos.

Para esta primera corrida de julio los empresarios de Madrid, parece ser que por poco tiempo ya, adquirieron una corrida de novillos de Sepúlveda. Con esto de Sepúlveda a uno le vienen recuerdos de corridas serias, astifinas, de impecable trapío en su encaste Atanasio, en los ochenta. Recordamos aquel toro Sacristán, número 37, que tan mal se las hizo pasar a un torero de los recursos y la capacidad de Dámaso González, acartelado aquella tarde con Capea y un joven Espartaco de 21 años.

Ahora Sepúlveda ha juampedreado. Sobre aquel puro encaste Atanasio, sus propietarios  escanciaron en 2004 el nefando licor de la juampedrez. El resultado primero y más evidente es que ya los toros de Sepúlveda no son negros, ahora se ha aumentado la "paleta cromática" y de resultas de eso hemos tenido dos colorados chorreados en verdugo. En cuanto al tipo, a lo morfológico, podemos decir que los tres primeros han sacado unas hechuras más juampedrescas y los tres últimos más atanasias, y aunque la capa colorada del sexto no estuviese ni mucho menos  en la puridad de lo Atanasio, su aspecto exterior y la conformación de sus pitones sí lo era. Corrida bien presentada la de Sepúlveda en Madrid, ha cumplido en varas bastante más de lo que últimamente estamos acostumbrados, si bien alguno ha mostrado signos de mansedumbre, escarbando o jurando en arameo con sus berreos de lo poco que le gustaba estar donde estaba.

Para el finiquito de los Sepúlveda Mix se vinieron a Madrid: José Manuel, nuevo en esta Plaza, natural del mismo pueblo que Molés, Curro Durán y Daniel Menés, nuevo en esta Plaza, de Madrid.

José Manuel tiene 28 años, antes se anunciaba en los carteles como Suresteño y es novillero de larga carrera. Su dominio de los recursos escénicos son la prueba de que es torero muy placeado, cuyo horizonte debería ser la alternativa. Es torero bullidor, variado con el capote y facilón y ventajista con las banderillas. En cuanto a las banderillas, lo mejor es que no tiene a los peones aparcándole al novillo, y lo peor, que clava eléctrico y a toro pasado. De los seis pares que puso, el más reseñable fue uno en el cuarto toro citando de rodillas y habiendo quebrado las banderillas para quedarse con dos palitos cortos, un soplo de brisa que por un momento nos transportó a los años sesenta. Para su forma de torear su toro era el cuarto, Baratero, número 2, serio novillo de embestida igualmente seria. Con este animal es con quien Juan Manuel tendría que haber presentado sus cartas más sólidas, haber aprovechado las cuatro series que tenía y haber firmado una faena concisa e intensa, aún en su manera de torear. Aparte de un bonito inicio, la faena se fue yendo abajo sin que el muchacho fuese capaz de ponerla en órbita, alargándola innecesariamente cuando las condiciones del toro habían cambiado ya y, además, pasando un quinario para conseguir tumbar al toro. En su primero, toro con menos que torear y, si cabe, menos exigente, enlazó aseadamente unos pases con otros perfectamente descolocado y ventajero, sin que la cosa cobrase vuelo.

La presentación en Madrid de Curro Durán me la perdí, que ese domingo andábamos con los Miura en Sevilla,  por lo que ésta es la primera vez que le veía. Llama la atención, lo primero, que mientras sus contrincantes han tratado de dar su espectáculo, entrando en quites, demostrando sus ganas, su predisposición novilleril y sus ganas de agradar, Curro Durán no se haya dejado  influir por ese ambiente y haya optado por estar en plan figura del toreo con contratos en todas las ferias, ese deprimente aire tan común a tantos hoy en día. La cosa es que los otros dos se le han comido y el paso de Curro Durán por La Monumental ha sido más bien de tipo fantasmagórico. Al matar al quinto, éste se le arrancó y le acosó quince metros hasta hacerle entrar al burladero despavorido.

Daniel Menés venía bien rodeado: buenos picadores, especialmente Simao Neves; buenos peones, como el Niño de Aravaca, que hizo una brega primorosa al tercero; buenos consigliere, el hijo de El Jaro desde el burladero parecía el asesor fiscal, y algo habrá de ello porque su apoderado es El Jaro padre. La cosa es que David Menés salió a Las Ventas en plan novillero de los de antaño, a por todas, a demostrar todo lo que sabe y a  intentar que la parroquia se fijase en él. Entró en quites, enseñó sus habilidades con el capote, planteó dos faenas ambiciosas, ambas de más a menos, especialmente la primera, y dejó un buen sabor de boca al respetable, quedándose bien colocado en algunos muletazos, si bien prefirió pasarse al novillo más bien lejos. A su primero lo mató de estocada baja de buena ejecución y a su segundo de golletazo infame, le dieron la clásica oreja de apoyo y de cariño de su hinchada con la suma de los apoyos de los extranjeros ignaros y ni hicieron falta las cucamonas de los Ben-Hur de la mula para forzar la situación. Apetece volver a verle.

Christopher Fourcart, de la cuadrilla de Curro Durán, banderilleó con eficacia y sobriedad al tercero. Lástima que en su segundo par tuviese que verse obligado a tener que tomar el olivo.


 La solanera

 Doce palomas

 Todo por hacer

 Viento y percusión

 Paseo

 Sol y sombra de benhures

 Hot stone

 El nuevo alguacil

 El alguacil nuevo

 La herramienta

 Al lío

 Il consiglieri

 Todos contentos

 La herramienta

 Los 60

 Francia y Taiwán