La libertad del facochero
Estado del bienestar
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Según los números del CIS, hoy hay mayor descontento con la política que cuando la movida del 15M, y, sin embargo, han cesado las movilizaciones, lo que hace pensar que, en efecto, Pablemos es un muñeco de las manos que mecen las cunas.
Ya lo decían Rudolf Smend y Gerhard Leibholz: esto de la “integración de las masas en el Estado” (en resumidas cuentas, el fascismo con rostro humano) es mejor que la representación popular, pues “supera a Rousseau”.
En Madrid no se puede cenar sin que a los postres surja la conversación política y, de pronto, se descubre uno discutiendo… ¡el sufragio universal! Pero no a la manera de Stuart Mill y Bagheot, que sabían de qué hablaban, sino a la de cualquier covachuelista de los 40.
La última del cojonudismo socialdemócrata es que a Trump, Le Pen y Pablemos les votan “los mismos tarados”, así que, si quitamos a los tarados que votan populismo (?), a los viejos que votan “Brexit”, a los “tontos de los cojones” que votan al pepé, a los ricos que votan al psóe y a los gilipollas que votan en blanco nos encontramos en un sistema al que le sobran el referéndum (el progre, como el franquista sólo entiende el referéndum como farsa: no se convoca si se puede perder), las elecciones y, en general, las urnas, ahora que nos hemos dado cuenta de que en ellas no se ventila calidad, sino cantidad. Si la democracia es una vulgaridad (la vulgaridad de que puedan no ganar los nuestros), que vote una comisión de tertulianos que acrediten haber dicho más veces “blanco sobre negro” y todos nos ahorraremos tiempo, dinero y categoría.
“Menos votantes y más Estado del bienestar”, es la corriente socialdemócrata (desde luego, mussoliniana) en Europa.
–¿América? ¡No, qué horror! ¡No tienen médicos y van con armas!
Discutir el sufragio universal y defender el Estado con argumentos que emplearía un cerdo de granja para convencer a un facochero de abandonar la libertad de la sabana. Eso es hablar de política en Madrid.