lunes, 4 de julio de 2016

Historia de C




Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    El rencor es una fuerza motriz de la historia.

    He aquí lo que, casi al final de la suya, declaraba Casillas a propósito del rencor:
    
¿Qué me gustaría cambiar de mí? Cambiaría lo rencoroso que soy. No sé si es una virtud o un defecto, pero soy bastante rencoroso.
    
A Casillas acaba de dejarlo el marqués de Del Bosque como Just Jaeckin a Corinne Clery en “Historia de O”, o sea, en pelotas. La “Historia de C”.

    Está visto que C debía algún rencor al marqués por haberle dificultado la vida allá en la juventud, cuando Del Bosque y Hierro, según la versión oficial, hicieron titular a César, un chico de Coria que en sus ratos libres en la portería del Madrid pintaba de balde pisos a los pobres. Del Bosque no había pecado contra el fútbol, pero el fútbol había pecado contra C con su injusticia, y se hizo rebelde. De momento, y que se sepa, contra Mourinho, con noches como la del City en el Bernabéu, haciéndose el pasmado ante el gol de la victoria de Cristiano en el descuento (imperturbabilidad debida, según la versión oficial, al robo de una imagen de la Virgen en la iglesia de Navalacruz, provincia de Ávila). 

Llegado el final, con la Eurocopa de Francia, en el Combinado Autonómico (bautizado “La Roja” para no herir la sensibilidad nacionalista de los futbolistas del Barcelona), C ha debido de marcarse un “Mourinho” con Del Bosque (o con Ochotorena, su Silvino Louro o su Villiam Vecchi), y el marqués, extrayendo de su biblioteca un Santayana, sacó sus propias conclusiones:

    –Puesto que todos somos pícaros, seámoslo al mismo nivel, con iguales oportunidades de abrirnos camino a una falsa eminencia.
    
La estocada de Del Bosque (el estoque es arma de marqués) y su misericordia (puñal medieval de dar el golpe de gracia) deja a C con aspecto de cuervo mojado en lluvia, de caja vacía, que es como Ruano pintó a Henri Barbusse, que se hizo estalinista por un enconado rencor que poblaba su alma de fantasmas.

    –Aunque para mí, quien ha escrito “El infierno”, puede hacerse comunista o coleccionar sellos de Afganistán: mi admiración anda con él donde él la lleve –remata Ruano, que aprovecha para recordarnos que él, a la hora de su muerte, no sabrá decirle a la sociedad mucho más que estas palabras: “Que Dios os libre de nuestro rencor. Que Dios, ¡por Dios!, no nos deje caer en el rencor”.

    Si Ruano absuelve a Barbusse por “El infierno”, la novela de los mirones, el fútbol absolverá a C por Suráfrica 2010, el Mundial de las vuvuzelas (“Si vuvuzela es cultura, / yo soy el emperador / de Abisinia, o no, mejor: / cardenal; o quizás cura. / Si vuvuzela es la hechura / de una cultura, me alela, / –diría mi sabia abuela– / que no esté sordo cual tapia / hombre de tan gran prosapia / como don Nelson Mandela”, en décimas o espinelas de aquel Mundial servidas por Ricardo Bada), aun a sabiendas de que C es el yerno de España, y que es duro enterarse por el suegro de España, que es lo que sería Del Boque, de que el yerno fuma.

    Para el piperío patrio, la separación de Del Bosque y Casillas es emocionalmente tan traumática como lo fue para el marujerío setentero la separación de Goyanes y Marisol.



EL PRINCIPIO DE PLACER

    Guardiola ha llegado al City avisando de que él va allí a disfrutar, y que para ello cuenta con los aficionados, que tienen un problema: ninguno de ellos cobra lo que Guardiola por “disfrutar”. ¿Disfrutará el dentista que entrena a ese sindicato de artes y oficios que es Islandia? Futbolísticamente, los aficionados sólo han podido disfrutar en lo que llevamos de Eurocopa con el Gales-Bélgica. El calor, se nos dijo a mitad de campeonato, afecta tanto a los futbolistas que podría ser la causa de ver a los islandeses, que gozan con el sol, en semifinales. Si aceptamos esa lógica, para salir adelante en el Mundial de Catar los equipos sólo tendrían que entrenarse en Yakutsk, la ciudad siberiana de los diamantes. En realidad, sucede que en el fútbol, como en la vida, en aras del principio de placer todo el mundo prescinde del principio de realidad, empezando por Guardiola, Harry Potter de tremendos tronados, como Zapatero y Arturo Mas. “Cantemos al Señor las alabanzas / para llenar nuestras panzas”, rezongaba el canónigo de Santayana.