domingo, 17 de julio de 2016

El error Tordesillas




Hughes
Abc

Sigue el escándalo por las manifestaciones de alegría tras la muerte del torero. Un concejal de Podemos ha matizado, por fin: “No puedo sentirlo más por el asesino que por los toros”.
 
Esto es un reconocimiento de límites. No se alegra, pero no puede sentirlo más. Lo humano y lo animal se igualan en su sensibilidad. ¿Pero no iba de esto la cosa? Si considera, como consideran estos animalistas de la subespecie antitaurina, que el toro es “asesino de toros”, por mucho que lo intente su pena no podrá ser muy honda.

¿Pero qué estructura mental se pensaba la gente que había detrás?

La sorpresa ante este tipo de manifestaciones resulta alucinante. Son una consecuencia lógica, coherente, de los presupuestos animalistas, tal como aquí se entienden. Son los que inspiran las prohibiciones taurinas, y la legislación que empieza a esbozarse. Si el animal es sujeto de dolor y ese dolor es protegido jurídicamente (¡el dolor es lo humano!), lo humano por comparación se degrada. O se sostiene difícilmente.

El animalismo iguala el concepto de vida de un modo revolucionario.
Por eso la culpa de estas, digamos, llamativas disonancias, no es de internet, ni de la excesiva libertad, es de los presupuestos animalistas entendidos de un modo aberrante, e insensato, como se estila entre nosotros, pero manifestados con la cruda espontaneidad que es habitual en las redes. Con sinceridad.

Cuando se prohíbe lo de Tordesillas por crueldad animal (con el aplauso de un porcentaje asombroso de la materia gris nacional -todo sensibilidad, es verdad, sensibilidad hasta para el mugido-), ¿qué mensaje se está mandando al ciudadano al respecto de la práctica taurina? ¿Cómo quieren que no vean en el picador la mayor de las crueldades? ¿Quién les ha recalcado la diferencia, no diremos sagrada, entre lo humano y lo animal?

A los toreros los han dejado solos, pero no ahora, hace tiempo. Y a estos seres ultrasensibles del animalismo (animalismo antiespañol, doble despendole), también se les ha abandonado: al océano sin límites de su sensibilidad.

Pero conociendo el paño nos veo saliendo de aquí con la internet chapada, la libertad más reducidita y los animalistas con la misma oposición intelectual, es decir, ninguna.