sábado, 28 de diciembre de 2024

Galdós



Ignacio Ruiz Quintano

Abc Cultural


Peligran los huesos de Galdós, según una alerta que circula por Internet, pues el Ayuntamiento de Madrid exige sesenta mil euros para conservarlos. ¿Quién sabe? Lo mismo la concejala de las Artes de Madrid, que es catalana, tiene informes que vinculan a Galdós con el franquismo, como ha ocurrido con Mihura, con lo que la huesa de don Benito el Garbancero, como lo llamaba el otro, pese al título “a perpetuidad” de su sepultura, podría acabar resbalando por el escotillón que lleva a cualquier pudridero municipal.


En España, la perpetuidad –la inmortalidad, pero por lo civil– sigue siendo un tente mientras cobro. ¿Qué fue de los amigos de Galdós que se reunían alrededor de la estatua de Galdós en el Retiro para echarle flores y gerundios? Ruano, que ya era el hombre al que mejor le quedaban los muertos, publicó una extensa entrevista con la estatua de Galdós. “Creo que fueron aquellas páginas de las menos desafortunadas que de mi pluma salieron –anotó el grande elegante en su necrológica galdosiana de 1932–. Hoy [doce años después de la muerte de Galdós] sólo una pregunta me quedaría por hacerle: ¿Qué se va a hacer con la bandera roja y amarilla de las portadas de los ‘Episodios’, con la portada de aquellos volúmenes ya clásicos en los catálogos de bibliografía española, editados por Hernando? ¿Se va a cambiar esa bandera obligando al anacronismo a las figuras de la España fernandina, isabelina, republicana, de aquella efímera República, y alfonsina por fin?”


“Mon cher cadavre” –le decía la Dudevant al esqueleto de Chopin, cuya tuberculosis volvía locas a las mujeres de una época-esquina de la Historia, antes de que a la Dudevant, tataranieta del rey de Polonia Augusto el Fuerte y nieta del conde de Horn, hijo bastardo de Luis XV, le diera, ay, por el proletariado.


Al hilo de Galdós, Ruano advirtió del error de toda esa bibliografía de ocasión en que se escribe la historia cuando todavía no es historia: “Pensar que bromas humanas, como son determinados ministros de la República, van a quedar siquiera en los diccionarios enciclopédicos, es asunto como para tumbarse de risa y no poder continuar este breve artículo.” 


El breve artículo ruanesco era la necrológica –a toro pasado, como debe torearse la Historia– de Galdós.


En manos de una concejala catalana de las Artes, la vida, querido Galdós, no es una novela. Como dijo Ruano, el hombre al que mejor le quedaron los muertos, es mucho más dura que una novela y termina siempre igual, por muchas ediciones que se hagan.