jueves, 19 de diciembre de 2024

Hughes. Real Madrid, 3-Pachuca, 0. Noveno campeonato mundial

 


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Hughes

Pura Golosina Deportiva


El Madrid ha ganado su noveno título mundial, que no cuarta Intercontinental. Si algún sentido tiene esta competición es sellar una hegemonía y no es lo mismo cuatro que nueve. El Madrid tiene 4+5, y no tiene culpa de las discontinuidades caprichosas de la FIFA. ¿O acaso de las UEFAS de los equipos españoles se descuentan las Copas de Feria?


Una Intercontinental es una Intercontinental, siempre se le llamó así, aunque cambiara el formato. Tener nueve es algo que no podíamos imaginar.


Cuando volvía a casa para ver el partido me fijaba en el entorno. Hay algo deprimente que remedia el Madrid con sus episodios rutilantes... Es un escapismo el Madrid.


Se jugaba la final en Qatar. Quietos y callados todos, serenamente madridistas. Como en el Bernabéu, pero con turbante y más dinero.


El capitán era Lucas Vázquez y en su rostro en el sorteo de campo había rutina, casi asomaba un bostezo.


La acumulación de capital humano y de expertise de finales del Madrid no tenía ni punto de comparación con el Pachuca, que lo mejor que tenía era la sonoridad de Salomón Rondón.



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Media semana estuve llamando Machuca al Pachuca...


La Copa la portaba Bebeto, al que le ha cayó el viejo encima. Si Bebeto está así... ¿cómo estará Mauro Silva?


En el Madrid no salía Modric. Ancelotti no es tonto. Era el equipo de la final de la Champions con los cambios inevitables y ordenado sobre el 4-2-3-1 que regala a Bellingham la tan ansiada centralidad. Si el equipo consigue superar el mediocampo, que tampoco es fácil, ahí aparece Belligham en lo alto y desde él ya todo es cuesta abajo, ríos de fútbol hacia las puntas...


Mbappé llevaba manga corta, pero la camiseta por dentro. Swingueante fútbol de puntillas otra vez; Hermes de pies alados.


El Pachuca salió a machucar, presionando al Madrid con la insolencia ya habitual. Alrededor del minuto 15 de cada partido el Madrid consigue una cosa maravillosa: ser el equipo pequeño. Esto puede verse como un defecto o como una virtud. La verdad es que el Pachuca provocaba dificultades en la salida y se echaba de menos a Ceballos al ver los errores de Valverde y Camavinga.


Al ratito ya estábamos esperando el aguanís. La Intercontinental siempre es rara y a deshoras y ayudaba la retransmisión de Telecinco, con el contraste de las voces del narrador Luque, soniquete de estar leyendo un bando municipal, y el circunspecto Karanka, quizás el hombre más serio que ha dado el fútbol.


En el 22 hubo una ocasión de Rodrygo a pase del eléctrico Mbappé, aunque el adjetivo eléctrico se le queda antiguo y corto.


Bellingham hizo un regate asombroso. Se fue de dos jugadores a la vez, como la salchicha escapando de un perrito caliente, con una acción doble de pisada y aceleración, un movimiento súbito hacia atrás y hacia delante. Regatea Belligham con todo el cuerpo, podría hacer cosas de ballet. Si no hubiera defensas, ni pelota, y fuera vestido de otra forma, sus movimientos, con música de fondo, parecerían una forma de baile moderno, grácil envergadura oscilando, cimbreando, accionando su tronco, sus piernas, sus brazos y hasta sus manos con una enérgica elegancia. ¡Es Nacho Duato!


A partir de ahí, de romper a dos a la vez y dejarlos lo que se dice cuajados, el Pachuca, noble competidor, empezó a resentirse y el Madrid a mandar con esa economía de la gloria que ya podría patentar como método suyo.


Era interesante la movilidad de Rodrygo, no siempre reconocida.


En el 28 hubo una ocasión del Madrid en la que pudo observarse algo curioso: Mbappé es capaz de llevarse centrales en dos momentos distintos de la misma jugada.


Empezaba a jugar el Madrid y a gustarse y en el 37 marcó un golazo colectivo con tromba de Valverde, pase de Bellingham a Vinicius, regate al portero (Vini ya no burla solo a los laterales) y asistencia a Mbappé, que actualiza su promedio: 0'59 goles por partido; la media de Ronaldo Nazario.



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El gol era un éxtasis florentinesco, era un gol Bernini, Florentinini, un sueño presidencial conseguido.


En cierto modo, en Qatar se estaba presentando el tridente del Madrid, ya formado y más o menos engranado.


Y a esa fiesta se sumó Rodrygo, que añadió un golazo a sus generosos movimientos. La cogió al borde del área (de nuevo, con apoyo inteligente de Mbappé), se fue para un lado con los del Pachuca detrás; y luego, cuando ya los tenía a todos allí, giró en dirección contraria, y otra vez los del Pachuca detrás, aunque esta vez, cuando el ángulo ya estaba abierto, ese ángulo que es fijación de Rodrygo Goes, lo que siempre busca su mirada dulce pero fría, chutó preciso; fútbol neto suyo, tan dibujado...


Había en ese gol platónico, sin embargo, una interferencia de otro tipo que el árbitro debió consultar con el VAR, y allí que fue el referí con un pinganillo aparatoso y distinto que exigía unas tiras de esparadrapo para mantenerlo unido a la tersa mejilla arbitral. Miró la pantalla, deliberó y a su decisión incorporó la novedad de la explicación. El pinganillo no era para hablar con sus colegas apuntadores sino para comunicarle al estadio, en un inglés tortuoso, el resultado de su valoración. El primer gol explicado de nuestras vidas.


El partido, ya con 2-0, supo encontrar otros alicientes, como cuando el narrador dijo "la explosividad de Fran García"...


Ya a medio gas y ya en el 60, cuando la creatividad de Ancelotti sale como un borbotón y llegan los cambios: Ceballos, Brahim y Modric, en su mejor papel de refrescos,


Cuando la pelota le llegaba a Bellingham y él buscaba a los de arriba, el Madrid recordaba el aire de exhibición de Zidane, Ronaldo y compañía, aunque ésta es una galaxia bien sujeta en la que los planetas pueden encontrar un sol alrededor del que girar. No sólo la centralidad de Bellingham, sino ese importantísimo doble pivote.


En el 82 hubo un penalti sobre Lucas que dio lugar a nueva revisión del VAR. Comenzamos a ver repetida la caída de Lucas Vázquez en el área. El bucle de Lucas, la sucesión de Lucas, como si hubiera un DJ visual, el remix de Lucas cayendo y levantándose comenzó a generar hilaridad y cierta sensación relajante de flotación, de alejamiento... Le faltaba música para ser vaporwave... yo empecé a sentir que se abría en la pantalla una ventana de píxeles y tiempo y que Lucas ya no era ese Lucas, era todas las veces que fue Lucas, y el penalti mera posibilidad suspendida en un universo de vídeo... ¿Y si mi vida estaba atrapada en esos frames? De ese ensueño me/nos sacó el árbitro, que no sólo reafirmó el penalti, sino que lo explicó de nuevo en un inglés que parecía una venganza geopolítica. Al explicar al estadio que era penalti, la muchedumbre lo celebró y sonó a circo romano. Esa masa podía ser perfectamente una que celebrara el anuncio de una ejecución...


El penal (he decidido argentinizarme) lo lanzó Vinicius; asistencia y gol. Siempre pone el huevo en las finales.


Lo celebró disparando una pistola imaginaria, cosa que no se critica. ¿No es mejor bailar?


La superioridad era absoluta. Esta Intercontinental parecía (por el Madrid) una de las pocas cosas en las que Europa puede sentir la vieja hegemonía.


La sensación era tan fuerte que Rudiger empezó a ser Ricardo Rochiger, a subir al ataque, a buscar su rizo de pelo púbico de rubia gloria...


Pudo haber más goles, pero Vini no quiso ver o no vio a Bellingham, que es majo y no se enfada mucho.


El Madrid consigue su noveno reinado mundial, su noveno campeonato del mundo. ¿Tan difícil es contar? Si a algunos les parece poca cosa, será problema del mundo. Nunca del Madrid.


@realmadrid