Ignacio Ruiz Quintano
Abc Cultural
“Vaya torito, ay torito guapo, tiene botines y no va descalzo.” Dicen que el Fary tenía de vecino a uno de los Pecos, y que el de los Pecos no veía bien que el Fary escandalizase a las visitas saliendo por las mañanas a hacer “footing” por la urbanización en chándal colorado y botines de tacón cubano. ¡El Fary! Si el 98 se había echado a la calle a redescubrir España y redescubrió la españolada, el Fary se echó a la calle a redescubrir Madrid y redescubrió la madrileñada.
El 98: Azorín, de Alicante; Machado, de Sevilla; Unamuno, de Bilbao... Los domingos, para no ir a misa, iban a Guadarrama, y allí tapaban la falta de fe con la sobra de paisaje. Pero luego don José Ortega y Gasset, que, como decía Pemán, todo lo sabía con tanta elegancia, para enloquecer a los muniqueses tenía que hablar, no de pavimentos de granito de Guadarrama, sino de toreo. “Vaya torito, ay torito guapo, tiene botines y no va descalzo.”
El 98 vino a Madrid de fuera. El Fary, de dentro: Ventas del Espíritu Santo, que es Bilbao, Sevilla, Alicante y Guadarrama al mismo tiempo. Yo creo que el Fary sólo salió de Madrid una vez, cuando Ullán lo llevó para la TV al zoco de Marrakech, con sus ciegos y sus tullidos, con sus olores fundamentales y antiguos: a cuero, a aceite, a sebo de carnero.
–Todo Marruecos está lleno de promesas y de fe –dice Foxá–. Toda la cultura está aquí. Porque de esta piojera del Mediterráneo brotó la Acrópolis, la Biblia, el Evangelio, el templo de Luxor, Florencia, Raimundo Lulio, la Divina Comedia.
Como Juan Ramón lo había sido de España, el Fary fue “un nostálgico habitante simultáneo” de todo su grande Madrid, pero ¿quién le explica esto a la pobre Alicia Moreno? “Vaya torito, ay torito guapo, tiene botines y no va descalzo.” Yo lo vi una vez, al mediodía, de cañas y gambas en la Cruz Blanca con Manili, que mataba, por la tarde, la corrida de Miura, cuando Manili era el Tigre de Cantillana y salió de la miurada como triunfador de la Feria de San Isidro. Para las cañas y gambas, Manili, y para el mus, Chenel, con su mechón de “novísimo” del exilio (?). (La única explicación para el exilio de Chenel es que a Franco no le gustara la faena al “ensabanao”, vaya torito, ay torito guapo, tiene botines y no va descalzo.)
Con su perdiz disecada sobre el televisor, del Fary, que tenía botines y no iba descalzo, sólo se avergonzaban, y no sé por qué, los horteras.