lunes, 16 de diciembre de 2024

Pensiones y depresiones


Victor Segalen


Ignacio Ruiz Quintano

Abc


El juego de este Madrid es una ruina, y en las ruinas veía Ruano los dos grandes elementos de lo poético: misterio y nostalgia.


Pompeya es un espectáculo inolvidable y un tema de difícil literatura, porque no hay nada que espante más que la posibilidad de hacer una versión pequeña de la grandeza.


Al fútbol de este Madrid le falta grandeza y le sobra literatura. Por eso salta tanto a la vista lo que este Madrid le debe a Vinicius y a nadie más que a Vinicius, como bien saben las maras mediáticas del antimadridismo. España siempre elogia contra alguien, y ahora, contra Vinicius, elogian a Rodri, aprovechando la agonía del City. “Es que el City es Rodri”. Con eso tratan de justificar el injustificable Balón de Oro, sin darse cuenta de que reducen a Guardiola al papel de otro Paco Jémez que se araña la cabeza como la marquesa de La Tour-du-Pin cuando su palafrenero, un inglés que no sabía francés, al ver los comienzos de la Revolución francesa y el alboroto de las gentes en las calles, preguntó respetuosamente a su señora: “Please, milady. ¿qué les ocurre a todos esos?” Ante la derrota, al menos Ancelotti nos evitó el espectáculo de Guardiola en Anfield haciendo esparajismos de alienado contra la afición del Liverpool, aunque me dicen que sus aspavientos no eran de alienado, sino de “Cat”, el gato montés, que no es el pasodoble de Manolo Escobar, sino la nueva mascota del Barcelona, un cráneo de félido creado a partir del escudo del club. ¿Por qué de ese escudo, en lugar del careto de Manolo Chaves, como observó Antonio Burgos, sale un gato montés? Cosas de la Inteligencia Artificial, supongo.


La personalidad de Guardiola viene dada en el video famoso del fan de color que lo aborda para pedirle un autógrafo y Guardiola, que va de ciclista, creyendo que el caballero viene con malas intenciones, le entrega la bicicleta. A partir de ahí podemos imaginar  que su mal perder debe de ser “brutal”, adjetivo, por cierto, que hoy sirve a los etnógrafos para detectar tontos en todas las clases sociales. Hablando de etnógrafos: fue el francés Victor Segalen (“Viaje al país de lo real”) quien dijo que cuando lo imaginario se da de bruces con lo real, siempre sale ganando lo imaginario.


Ahora mismo, lo imaginario de este Madrid son la pensión contributiva de Modric y la depresión futbolística de Mbappé. “Ancelotti no tiene la culpa de que le hayan traído un woke”, dicen los ancelottistas. Llevarían razón, si no fuera porque todos los jugadores juegan muy por debajo de sus posibilidades (aviso para la Liga española, cuya preocupación es si Vinicius ve en su casa el fútbol de gorra: ese paupérrimo nivel de prestaciones les sobra para pelear por el título).


El Madrid estará en la final de la Champions en Munich –zanja cualquier discusión Ancelotti (confirmando la impresión de Segalen sobre el triunfo de lo imaginario).


En situaciones de vida o muerte (Liverpool y Bilbao, donde cantó hasta Courtois) la primera obligación del entrenador es asegurar el resultado, no levantar el ánimo a un jugador deprimido. El jugador de los penaltis debe ser Bellingham, por técnica y carácter. El penalti como terapia (“de desnuda que está brilla la estrella”) ha de reservarse para situaciones de marcador resuelto. Por otra parte, ¿cómo un genio del balón puede lanzar por dos veces un penalti decisivo como sólo lo haría un Manolo Clares (el de “¡Manolo, marca ya!” que le gritaba su compañero Cruyff, harto de ponerle asistencias)? En una depresión, enseña Sloterdijk (el filósofo alemán que parece el doble de Schuster), un sujeto se ve abandonado por su tensión esférica: ésta se pierde por contacto con personas que con su presencia paralizan nuestro propio proceso de asociación de ideas.


La depresión es una suerte de avería de la receptividad; equivale a una pérdida de presión dentro de una cámara espacial interna.


Y es, por tanto, función vital para el individuo (hablamos de Mbappé, pero podríamos hablar de Guler y de Endrick) observar una distancia protectora frente a personas, cosas o signos, apartándose de todo aquello que a uno no le sirve de nada. Por ejemplo, la prensa.


 [Sábado, 7 de Diciembre]