Ignacio Ruiz Quintano
Abc Cultural
Fortuny, gritaba Dalí. Fortuny es el genio. Que todo el arte moderno empieza en Fortuny. Que Goya, al lado de Velázquez, no pasa de ser un caricaturista. Todo eso gritaba Dalí, antes de soltar el grito supremo:
–La cadera de Gala es el principio y el fin de todas las cosas.
Cuando Dios repartió el talento, Gala estaba en Brazatortas, y ésa es la faena que el vate cordobés no le perdona a Nuestro Señor, vengándose con bolitas de papel que arroja contra el Papa Ratzinger, quien, acostumbrado a vérselas con Habermas o Rorty, lo flipa, trastornándole los planes para sacar la segunda parte de su “Jesús de Nazaret”.
El “Jesús de Nazaret” de Ratzinger no le gustó nada al Poeta Verdadero [Ansón], que prefería el de Martín Descalzo, aunque el de Ratzinger tenga sus cosas, como el maravilloso análisis del sermón sobre el pastor en Juan...
–Él va llamando a sus ovejas por el nombre y las saca fuera... y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz.
No sé si es a esto a lo que se refería el nacionalista Erkoreka –en materia religiosa, también Arana Goiri sentía pujos de independencia– al decir que todo pastor que quiera pastorear una grey con acierto y eficacia ha de contar con el rebaño:
–No es lo mismo pastorear un rebaño de oveja “latxa” [autóctona de Navarra y el País Vasco] que uno de oveja carranzana, o de oveja burgalesa.
Oveja: “ovis latine”, nos dice el Cobarruvias; animal mansueto del cual tenemos grandísimos provechos para la vida humana, como a todos consta.
¿A todos?
Yo soy de Burgos y lo de Erkoreka no lo había oído nunca. Tampoco es cosa que venga en las “Empresas Sacras” del toledano Núñez de Cepeda. Sabemos que, en su Venida, el Señor apartará a las ovejas de las cabras, no a las ovejas “latxas” de las ovejas burgalesas (las churras de Villadiego son magníficas).
Lo que se ve que quiere Erkoreka es que el clero de allende el Ebro, para salvar la institución, trate de desembarazarse del mensaje. Y su nombre pasará a la posteridad asociado al de la oveja “latxa”, como el del mexicano Juárez, que de ovejero llegó a presidente, o el del Giotto, que de pastorcillo llegó a genio del Trecento. Mas lo que quiere Erkoreka hay que buscarlo, más que en Juan o en Ratzinger, en una anécdota de Pepe Cerdá en Osia –pueblo del prepirineo oscense–, a cuyo pastor, Eduardo, preguntaron si era cierto el rumor de que conocía a todas las ovejas...
–¿A todas...? A todas, no. ¡Cómo voy a conocerlas! ¡A estas mías, claro!