El 78
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
En España la Constitución sólo es un puente, no entre la dictadura y la democracia, esa tontería de la propaganda, sino entre Madrid y cualquier casa de huéspedes en la costa, donde el ministro de Información y Turismo, Grande-Marlaska (tuneado con “k” y guioncito para sugerir una alcurnia, o sea, Big-Marlaska) tiene al recepcionista haciendo de Saturnino Yagüe, mítico jefe de la Social, para recabar datos “constitucionales” del viajero (el “huésped de cristal”, llámanlo los alemanes).
–Los pueblos que no saben honrar las hazañas de sus antepasados no harán nada que sea digno de ser honrado por sus descendientes –me dice mi recepcionista para invitarme a celebrar la Constitución (para el ministro, “Konstitución”, con “k”, modesta letra griega que, ninguneada por el latín, halló refugio en el alemán, aunque el vascuence aberchale la adoptó de letra tontolaba/subversiva: “Kaña a España”).
Para mi recepcionista, la hazaña de sus remotos antepasados fue la Constitución que ahora le permite extraerte la intimidad de cuajo en un mostrador de hotel donde el peligro es siempre el premio de cada paso, como dijera Ruano de las noches de Marsella. En el campo expropian los olivos para espejos de los fondos-buitres, y en la ciudad “expropian” a los turistas para gangas inmobiliarias de esos mismos fondos. Pero nuestra Constitución es la envidia del mundo.
–¿Por qué, para celebrar las cosas, utilizamos los españoles nombres de pecados capitales: “envidiable”, “soberbio”? ¿Por qué preguntamos negando –“¿no quieres?, ¿no crees?”– o utilizando los verbos sensoriales y dinámicos: “¿ves lo que pasa?, ¿vamos a ir?”
He aquí, según Pemán, un mundo creador de tensiones psicológicas, cuyo desmonte pieza a pieza, desandando el camino que el lenguaje anduvo para organizarse, ayudaría a entender cómo hablamos.
La Constitución fue un trato de señoritos (Carta otorgada) consistente en “meter cada cual lo que ha podido”. ¡El Consenso! Mike Benz sostiene que los contribuyentes financian hoy talleres de desinformación organizados por el Departamento de Estado, el Comité Nacional Demócrata y la Cia para, en aras del Consenso, enseñar las cuatro D: “Dismiss, Distort, Distract, Dismay”.
La presidente de Méjico, Sheinbaum, cuya Constitución ya incluye la “Dictadura Sanitaria” (?), ha adoptado nuestro constitucionalismo como máquina, no de separar poderes, sino de crear derechos (intereses jurídicamente protegidos, los llama Ihering) y con la mano tonta de firmar “decretos promulgatorios” ha decretado (“tienen que estar a la escucha”) el derecho constitucional a la vivienda, a la pensión no contributiva y a la protección de los animales (“estamos haciendo un mapeo georreferenciado”). José Martí:
–La incapacidad de gobernarnos está en los que quieren regir pueblos originales con leyes de cuatro siglos de práctica libre en los Estados Unidos: con un decreto de Hamilton no se le para la pechada al potro de un llanero.
[Viernes, 6 de Diciembre]