miércoles, 25 de diciembre de 2024

La Segunda División. 22.- Real Oviedo

Aarón, Alemao, Dani Calvo, Luengo y Jaime Vázquez

Hassán, Sibo, Rahim, Cazorla, Chaira y Colombatto


Alemao e Ilyas Chaira, los decisivos

                                  

    Francisco Javier Gómez Izquierdo

 

      Acaba el repaso a los veintidós de Segunda con el Real Oviedo, del que servidor llegó a creer se plantaba en Primera la temporada pasada. Quedó sexto; eliminó al Éibar tercero y sólo un gol ante el Español privó al equipo dirigido por Luis Carrión, gran persona y técnico cargado de seriedad, alcanzar un sueño mantenido por dineros mejicanos. Curioso el trasvase de jugadores ovetenses hacía clubes de allá y los venidos de León, Pachuca.. acá. El hijo de Miguel Bastón, Borja Bastón, último goleador del Oviedo, intenta "quebrantar redes" con el finalista de la última Copa Intercontinental.


    Así como el Sevilla tiene a Navas, al que se le homenajea en todos los campos por su trayectoria y sobre todo por su edad, el Oviedo tiene a Cazorla con idénticos menesteres, al que se le ensalza un pase y se le perdona la imposibilidad física de "volver al modo defensa" como dicen ahora los doctos en la materia. Cazorla y Portillo, otro veterano que después de quedar libre en el Getafe fichó por el Almería y ascendió, y en las mismas circunstancias pasó a Leganés con idéntico resultado. Talismán parecido al bueno de Abel Gómez, al que acaba de despedir un Recreativo al que ascendió a Primera RFEF. Se turnan Cazorla y Portillo con una manija quizá experta en demasía para Segunda, frenando la calidad de Alberto del Moral, varios años en el filial cordobés hasta que lo captó el Villarreal, y de Sebas Moyano, diez años también en el Córdoba desde juvenil y al que un fondo de inversión muy raro lo iba colocando en unas condiciones misteriosas en Valencia, Lugo..., hasta asentarse en las Asturias. Extrañísimas las peripecias de Sebas  Moyano en su salida del Córdoba. La temporada pasada estuvo importante y decisivo.


    Se ha fichado músculo africano, Sibo, del Amorebieta, necesidad que se precisa cuando en el medio hay prejubilados. A Colombatto, canchero argentino con años en el León de México no hay quien le quite el puesto; Alex Suárez, canterano, también tiene minutos. El poder del Oviedo está en el medio, pero a Javi Calleja le salva la inspiración de dos norteafricanos curtidos en Miranda, Ilyas y Hassan, con físico de carreristas rápidos y "solidarios" como se les dice ahora a los extremos que tienen obligación contractual de bajar a ayudar a lo que servidor ve más vulnerable en el equipo: los laterales. Tanto a Lemos como Luengo en la derecha, los veo... no sé... aceptar fácilmente el engaño, y Pomares o Rahim en la izquierda ídem de ídem. De los centrales, Dani Calvo es el más fiable; tres años de titular en el Tartiere, otros tres en Altabix y no sé cuantos en Los Pajaritos; el de fama es David Costas, pero veo que la va perdiendo en favor del joven Jaime Vázquez, que viene empujando.


    De México ha llegado un uruguayo, Fede Viñas -¡cuánto Federico en el Uruguay!- a presionar a Alemao, nueve brasileño que se mueve y choca como si fuera escocés, pero me da que no hay color. Los dos son puntas bregadores, de contacto, de los que cuerpean y amargan a los centrales. A Viñas lo veo un tanto pesadote y algo torpe de pies. A mí me gusta Paulino, aquel goleador de Logroñés que se fue a México, al Pachuca, y que el año pasado ya de vuelta al Oviedo coló nueve goles. Otro delantero centro fichado esta temporada es Paraschiv, rumano que se turna con el portugués Masca para intentar arreglar los partidos que no van conforme piensa Calleja.


    El portero es Aarón, canterano de Málaga y reserva en Granada y Las Palmas. Su alternativa, Quentin Braat, francés de Fontainebleu, cuna ésta que tan aristocrática suena.


   Es el Oviedo equipo hecho para disputar el ascenso, pero la Segunda es tobogán traicionero en el que reina la confusión. No son tan buenos los que lo parecen ni tan malos los que nos creemos. La igualdad se disimula hasta que revienta y está claro que nadie es más que nadie.