Ignacio Ruiz Quintano
El pensamiento de Huxley que consuela a Schmitt, porque se reconoce en él, es que el pensamiento es un siervo de la vida; que la vida misma es un juglar del tiempo; y que el tiempo tendrá alguna vez un fin.
El único profesor universitario que me dejó algo fue el que menos iba a clase, Constantino García, de Pensamiento Político… en Periodismo: me desencantó del 78 en el 76, pero a cambio me aficionó a Maquiavelo, a Hobbes, a Hume, a Lenin, a Schmitt… Luego, la aparición deslumbradora de García-Trevijano, que había hecho suyo el consejo de Romain Roland (“aprender a estar solo ante el mundo, y si es necesario, frente al mundo”), y que traía de la mano a Dalmacio Negro, con quien protagonizaría, por escrito y por hablado, gloriosos tercios de quites (¡tauromaquia política!) en el páramo cultural de España.
De Dalmacio Negro me intrigaba su cara de japonés, aquel D. T. Suzuki de sugerencias tan dalmacianas como ésta que tenía impresionado a Sloterdijk: “La religión ante todo debe intentar conservar la esencia del Estado”. ¿Quién sabrá hoy del Estado más que Dalmacio Negro? “Ni Inglaterra ni América tienen Estado”, y García-Trevijano, que lo aceptaba para lo de Inglaterra, lo rechazaba para lo de América: discutían por la verdad, pero, como diría Santayana, se sumaba a su coraje y amor propio decir que discutían por la belleza (incluida, por cierto, la de Marilyn Monroe).
¿Cómo se puede saber tanto y escribir tan claro? Ser elegante exige casi todo el tiempo de una vida (por eso, decían los cronistas, va fallando la elegancia en la existencia contemporánea), y la claridad es la elegancia de Dalmacio Negro: nadie, en lo suyo, escribe más limpiamente que él.
El pensamiento, para Huxley, es un siervo de la vida, y la política, para Valéry, es el arte de evitar que se entere la gente de lo que le atañe. El pensamiento político había de ser, pues, la gran paradoja de España, cosa que ya vio Nicolás Ramiro Rico, que fue, dicho por su amigo Luis Díez del Corral, un gran ágrafo: “España, un país muy rico en calamidades civiles de todo género, es comparativamente pobrísima en Teoría Política, aunque abunde en suspirados ayes y enfebrecidas consideraciones”.
Y aclara Dalmacio Negro:
–La pobreza del pensamiento político es evidente: la ciencia política de origen norteamericano resulta demasiado abstracta, lo del comunitarismo no supone nada nuevo y la tercera vía es una banalidad.
Cuando se vaya, y parece eterno, Dalmacio Negro apagará la luz de una época que al fin habrá tenido un fin.
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Del libro Pensar el Estado: Dalmacio Negro
La política de los hechos y la política de la libertad
MMXXII
Edición de Jerónimo Molina
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