Ignacio Ruiz Quintano
Abc
A los pollos peras que exigen
“respetito” por el Estado de las Autonomías hay que mostrarles que la
guinda de ese descalzaperros jurídico es Madrid, nombre que designa, a
la vez, capital, autonomía, provincia, región y, ya puestos, club de
fútbol, el Real Madrid.
–No más de tres minutos, que se puede armar –ordenó Guerra a Alonso Puerta,
que en la tribuna del Congreso defendía el artículo quinto de la
Constitución, “La capital del Estado (que no de España, como quiso
corregir Cela) es la villa de Madrid”, un “visto y no visto”, como dijo Puerta de su propia intervención.
Tras los chalaneos y madrugadas de Suárez, el del aeropuerto, y Tarradellas,
el del aeropuerto, pitagorines y arbitristas se pusieron manos a la
obra: lo esencial era desmochar Castilla (fuera Santander y fuera La
Rioja), para evitar… ¡una Grande Prusia!, y dejar colgada Madrid, porque
“la ‘descapitalización’ es una forma de ‘decapitación’ de la unidad
nacional”, dicho por Aguinaga, 96 años, decano de los cronistas
de la Villa, que el otro día pronunció una lujosa conferencia sobre el
asunto, “Madrid, Región Capital”, con todas las gerundiadas que los
personajes de la Santa Transición cogitaron contra Madrid, desde el
demógrafo Leguina (“la Comunidad de Madrid es una región metropolitana”) hasta el jurista Gallardón (“Madrid es centro del Estado”) pasando por Tierno Galván,
que odiaba Madrid (quiso hacerse pasar por labriego soriano) y que en
Barcelona contaba que en el franquismo “las madres se iban a dar a luz
en otros lugares, a fin de evitar la vergüenza de que sus hijos nacieran
madrileños”.
–¡Madrid ha dejado de ser capital! –declaró en la TV catalana.
¿Qué era, pues? Según Leguina, “un invento”, y según el editorial del
periódico global, “una realidad artificial, condenada a la existencia
por la negativa de las comunidades limítrofes a integrarla”.
–Madrid Región Capital es nuestro proyecto –redondeó el gallardonismo por boca de Cortés.
Pero un proyecto es otra cosa.
[Publicado en Enero de 2019]