Jorge Sánchez de Castro
Primera paradoja: el pueblo servil, inocente
En un memorable artículo publicado aquí con el título La clase política, Jerónimo Molina dejó claro que el pueblo es un mero espectador de «la cosa pública», pues ésta nunca dejó de ser un juego entre élites.
Si el profesor Molina nos enseña que siempre fue así, hoy lo es aún más debido al enorme poder clientelar de los Gobiernos, que tienen casi infinita capacidad de gasto para fidelizar a los ciudadanos-votantes.
Si la democracia pretendía ser el medio de hacer cumplir la voluntad popular, el clientelismo lo ha convertido en una subasta donde todo se reduce a estudiar los colectivos de los que depende el triunfo electoral y primarlos para garantizar su lealtad.
En estas condiciones, ¿es realista clamar contra las masas que votan con el estómago medio vacío temiendo quedarse con el estómago vacío entero si muerden la mano que les da de comer, aunque sea mal?
Es obvio que no. Por ello considero al pueblo, inocente de su servidumbre.
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Las cinco paradojas se resumen en una: acelerar el desorden woke para recuperar el orden
De lo expuesto se concluye que el combatiente irregular del s. XXI es el que auxilia al Estado suicida woke acelerando su desastre, no el que lo pretende bloquear frenando su irresistible avance, pues el katejón (el que contiene la caída) resulta inútil cuando el enemigo ya está dentro.
La pregunta a responder es si el partisano lo sabe, si es consciente de su función y si actuará en consecuencia.
¿Los hombres que se hacen «trans» para burlarse del Estado o las mujeres que denuncian a sus maridos para convertirse en víctimas y obtener ventajas económicas y sociales, superarán su condición pintoresca y adquirirán la lucidez política suficiente para entender que están colaborando en la aceleración de la debacle?
¿Llegarán a la conclusión que si la legislación woke de la que se ríen permea la sociedad de forma lenta, pero inexorable, la minoría a la que protege esa legalidad terminará disolviendo el orden social basado en el sentido común?
¿Alcanzarán a comprender que la derogación de las leyes woke debido a su colapso, fruto de las reclamaciones para su aplicación extensiva, es la única forma realista de contener el deterioro social y garantizar la convivencia?
Aumentar la velocidad de implantación de las leyes woke sin dilación para que su suicidio en forma de abolición voluntaria se produzca cuanto antes.
He ahí un auténtico programa político para partisanos innovadores.
Leer en La Gaceta de la Iberosfera