lunes, 5 de junio de 2023

La de la Prensa. Victorinos para Ureña y De Justo, mano a mano. Corridón de la A coronada: Victorino, 6; Toreros, 0. Márquez & Moore

 

Ureña


JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ


¡Vaya corrida que ha echado Victorino hoy en los madriles! Vaya corridón de la A coronada, que habrá hecho relamerse en el cielo de los ganaderos buenos a Victorino Martín Andrés, al ver que sus toros siguen viniendo a Madrid a defender el honor de la divisa azul y encarnada, sin claudicaciones ni mojigaterías. Los que somos de los Victorino de Belador más que de Cobradiezmos nos hemos pegado un festín de cinco estrellas Michelín hoy con la corrida tan seria, tan rematada, con tanto trapío que Victorino Martín García nos ha traído a Las Ventas para darnos en los morros a los que llevamos un tiempecito quejándonos de que se está rebajando la exigencia en esta vacada, de que se está aguando la casta y de que se ha optado por ir al toro facilón en detrimento del exigente. Pues de eso nada, monada, que hoy han salido en la Monumental seis señores toros, cada uno con sus señas y sus características, que han venido a desbaratar las teorías conspirativas y a demostrar que ahí sigue el Victorino que amamos y del que somos firmes partidarios desde hace tantísimo tiempo, inasequible a modas y a mixtificaciones.


Playero, Gallego, Esclavino, Boliviano, otro Gallego y Director, números 48, 36,18,43,61 y 6 han sido los seis capítulos de esta espléndida tarde de toros que embarcaron en Las Tiesas para traer a Madrid en la Corrida de la Prensa, tras una deprimente Feria de San Isidro marcada indeleblemente por el torezno de vaivén, casi siempre amarrado a la juampedritis, y para explicar lo que es el toro de lidia, que porta en sus embestidas los problemas, las dificultades y las complicaciones que nacen de la casta. Ya estamos hartos de pedir que estas corridas de casta y de compromiso las maten los toreros de postín que se enseñorean abusonamente de la parte alta del escalafón a base de anunciarse hasta el sopor con las mismas aburridas ganaderías, y especialmente que a ese Julián de Velilla, cantado por sus chocarreros hagiógrafos como el epítome del poderío, podamos verle al menos una vez con ganaderías que no vengan ya podidas desde la finca, por ejemplo con estos seis de Victorino de hoy. En este sentido es necesario resaltar la disposición y la entrega de Paco Ureña y de Emilio de Justo para firmar este mano a mano y para embarcarse en la incertidumbre de esta apuesta, a la que tantos se habrían negado.


La cosa comienza con la salida de Playero, cárdeno de 529 kilos, que nos lleva a recordar al novillo de 535 de Los Maños, que es una pintura, una lámina de La Lidia, un tratado de armonía y de seriedad que al descubrir ante él a un señor con un capote le aprieta con firmeza y decisión hacia los adentros obligando al del capote, Paco Ureña, a cavilar y a sacarse al toro hacia los medios en una eficaz y templada brega. Se pone al toro frente al jamelgo que monta Ignacio Rodríguez y éste se arranca con prontitud y toma dos varas, empujando y sin cabecear en la primera y dejándose pegar en la segunda. Quite por chicuelinas de Emilio de Justo de poca enjundia. El toro, que tiene su personalidad y sus propias intenciones, campa a sus anchas por la Plaza haciendo relativo caso de los capotes y pasa el tema de las banderillas dando el aprobado a Agustín de Espartinas y a Azuquita, que se ganaron el jornal. Brinda Ureña el toro a SM el Rey que está sentado en el 9 junto a Paco Ojeda y a un señor blandito y gordete y comienza su trasteo por abajo, luego prosigue con la derecha y en seguida viene el primer momento de compromiso cuando el toro ve al torero y este se libra por hallarse tras la pala del pitón. Este es el primer momento comprometido de la tarde para Ureña, pero muy pronto viene la segunda en la que Playero derriba al torero y se queda aquerenciado con él entre las patas y sin seguir los capotes, las cosas de la casta que tanto odian. Tras la paliza sigue Ureña su porfía con visibles muestras de estar medio conmocionado, ante un toro que va desarrollando sentido de lo que va aprendiendo y ante el que Ureña pone valor y torpeza a partes iguales. El toro se raja y se va hacia el 5 y ahí es donde se verifica el último acto del drama de Ureña, quedándose en la cara del toro al herir y cobrando una estocada contraria que precisa ser reforzada con el descabello. Recibe una ovación y se va a tablas hecho un Ecce Homo.


Playero no le hace sombra a Gallego, cárdeno oscuro al que Emilio de Justo, de tabaco de Virginia y oro,  brega con eficacia sobre las piernas sacándoselo con torería hacia los medios y rematando con una media que podría haber firmado Bombita. Su paso por el negociado equino se resuelve empujando con fuerza sobre un pitón y levantando la cara en la primera consulta y sin emplearse en la segunda. Tiene Gallego un aire menos malicioso que su antecesor y hermano y ahí aparece Emilio de Justo a hacer su faena, tras brindar a SM, que es tan igual a sus otras faenas, y que despierta por momentos el entusiasmo de las gentes que sienten sincero afecto por este torero. La verdad es que entre sus problemas de colocación y los chillidos que le mete al toro, la cosa no cobra vuelo, aunque saca unos derechazos de buena traza. Lo de los chillidos es horrible, verdaderamente. Las gentes juzgan con benevolencia al torero que hace su faena en los medios, cosa estimable, así como su temple, obviando su colocación y su abuso del ventajoso pico en los cites. Remata con unos naturales de frente dados de uno en uno con diversa fortuna y cobra una estocada caída y tendida. Los peones se ponen a hacer la rueda y desde la barrera los alguacilillos, doña Rocío y don Francisco Javier, espectadores de primera fila, parecen hipnotizados por esos peones giróvagos, sin que les llamen la atención por su poco torera y antirreglamentaria actitud.


Otro pavo es el cárdeno Esclavino, al que Ureña recibe por verónicas que el animal se traga. El toro demuestra en el quite de Emilio de Justo por chicuelinas su forma de meter la cara, actitud que se manifestará más adelante. En la primera vara empuja con fuerza sobre un pitón y en la segunda acude de largo alegremente y vuelve a empujar sobre un pitón con menos convicción que la vez anterior. El toro tiene su presencia y su casta e impone respeto, pero demuestra su clase cuando se le lleva toreado y se le guía. Bonito inicio doblándose con el toro y jaleada serie con la derecha a continuación, un poco fría, otra tanda igual bastante superficial manda al tendido el mensaje de que aquello no va a fluir. Es el toro de mejor clase para la muleta y Ureña a duras penas puede sostener la posición. El intento con la izquierda es de bastante menor intensidad, con enganchones, aguanta un espeluznante parón de manera impávida que le reporta sinceros aplausos y ya está acabando su labor en la que da la impresión de que ha estado por debajo de las condiciones del toro. Primero pincha y sale corriendo tirando la muleta y luego, perfilándose muy en largo,  estocada delantera que tumba al toro. Le dan una oreja de poco peso.


A estas horas, viendo el corridón que llevamos, todo el mundo se relame de gusto con los tres que quedan y ahí está saliendo por los chiqueros otro cárdeno, Boliviano, otro tratado de zoología que acepta la propuesta de verónicas de De Justo. Toma la primera vara con alegría y empujando y lo mismo la segunda, siendo bien picado por Germán González que es el único de los del jamelgo que ha dejado algo para el recuerdo. En banderillas el toro es más cauto y hay diversas pasadas en falso antes de cambiar el tercio. Brinda Emilio de Justo al sobresaliente Álvaro de Lacalle, que se lleva una llorera, y justo cuando comienza su labor aparece un arco iris sobre el 7. El toro embiste con todo, una preciosa embestida para tener enfrente a un tío y De Justo cosecha series del montón sin meterse en el sitio donde se hace el toreo bueno, el toro exige mando y colocación, además del temple que le da su matador que decide rodear al problema antes que meterse con él de lleno. La embestida del Victorino tiene una extraordinaria clase y personalidad y a medida que se va pasando la faena el torero, casi siempre por afuera, se va crispando, aumenta sus chillidos y no manda al tendido ninguna percepción de compromiso y de verdad. Faena larga y mala, en la que el torero ve el toro que se le va y le pilla el primer aviso en medio de un muletazo. Una estocada chaquetera con derrame es lo que le receta al toro en pago por su clase.


Cuando parecía que la tarde ya no podía ir a más, ahí sale el impresionante Gallego, otro cárdeno saludado a base de aplausos por la afición. Entra al caballo por vez primera empujando y con menos nota en la segunda. Le ponen las banderillas de una en una y cuando hay cuatro en su espalda cambian el tercio para que Ureña se disponga a vérselas con él. El toro, volvemos a decir que impresionante, no regala nada: lleva la cara arriba y mira mucho más de lo que debe, gazapea y se entera de lo que le rodea. Ureña opone a eso su valentía y su decisión, aunque se ve que eso no es lo que el animal precisa, ni los enganchones que le propina en la muleta, que no hacen nada de bien para los intereses del diestro. Acaso está conmocionado o acaso es que Ureña no se aclara bien con este encaste, el caso es que parece que el toro le viene grande, y cuando opta por acortar distancias y meterse en cercanías, se huele la cogida que, efectivamente llega. Vuelve a la cara del toro, todo valor y finalmente pincha una estocada recibiendo, produciéndose una extraña confusión con Agustín de Espartinas, cuando se cruzan y el toro se queda en los pitones con el capote del peón, que le hace el quite. Luego, media estocada, aviso y otro aviso para acabar con el toro más complicado de la tarde.


Y ya, como remate, el sexto, Director, otro cárdeno que es recibido de salida con una nueva ovación. El toro acude a empujar mientras recibe buen quebranto en la primera vara y provoca un feo marronazo en la segunda, en la que se le pega menos. Ahí está de nuevo Emilio de Justo haciendo la misma faena y ahí tenemos al toro que se empeña en decir por señas dos cosas: la primera, que él no está ahí para tonterías, la segunda que es un toro de triunfo grande, de los que lanzan a un torero y le hacen un ídolo. Para llegar a lo segundo hay que apostar fuerte y jugársela y Emilio de Justo no está por esa labor en ese momento, por lo que la cosa se va desarrollando más a favor del toro que del torero que, en un momento, se queda perfectamente colocado y cobra un sensacional natural, puro toreo, espejismo de lo que acaso podía haber sido la faena. El toro se le ha ido pero él remata con adornos que no molestan y cobra un metisaca, un pinchazo y un bajonazo adobado con un último y estridente chillido. Le pesará este toro.


El resumen es que Victorino 6 / Toreros 0, en una espléndida tarde de toros con el mejor ambiente que se haya visto en Las Ventas en todo lo que llevamos de Temporada 2023 y con un encierro, sacando al mayoral a saludar, que nos ha llevado al recuerdo de Ruiz Miguel, Esplá, Miguel Márquez, Ortega Cano, Andrés Vázquez o El Cid y los que se quedan en el tintero… ¡Enhorabuena, ganadero!



El mayoral

    

ANDREW MOORE

 









LO DE UREÑA

 








LO DE DE JUSTO

 




FIN