David Koresh
David Román
El 19 de abril de 1993, el FBI y la policía estadounidense asaltaron un complejo residencial donde se había escondido un grupo de forajidos cristianos armados hasta los dientes. Como resultado del asalto, la mayor parte de éstos resultaron muertos y todo el mundo en la región de Waco, Texas, durmió más tranquilo en años venideros.
Ésa, al menos, es la historia que les han estado contando durante tres décadas. Es una historia simple, sin mayores complicaciones, que solo tiene el inconveniente de ser mentira, y además ocultar cómo aquel incidente empezó a resquebrajar el consenso político en el que se había basado la república estadounidense desde la Guerra de Secesión.
Para percibir las implicaciones del asalto de Waco, hay que entender el panorama político-legal en EEUU en la década de los 1980. Una combinación desastrosa de medidas progresistas para vaciar prisiones y manicomios, y convertir a la minoría afroamericana en un bloque agradecido de votantes “pan y circo” del Partido Demócrata, había llevado a un aumento masivo de la delincuencia que elevó a la presidencia al republicano Ronald Reagan, con promesas de mano dura contra el crimen.
En lugares como Texas e incluso bastiones progresistas como California y Nueva York, similares políticos con similares propuestas llegaron al poder e incrementaron los presupuestos y atribuciones de la policía y FBI, que se llenaron de veteranos de la guerra de Vietnam y material excedente de la guerra.
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Los davidianos estaban siendo investigados por la ATF, una agencia federal que compite con el FBI por fondos y poder. La investigación era del todo absurda y centrada en la compra de granadas militares vacías (sin carga explosiva) por parte de los davidianos y la conversión de rifles semiautomáticos en rifles automáticos sin pagar el (pequeño) impuesto correspondiente.
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Mientras, el FBI estaba investigando por separado a un buscavidas que había logrado embaucar a los davidianos y convertirse en líder del grupo, llamado David Koresh: un charlatán pedófilo que había embarazado a varias menores en el complejo. En lugar de detener a Koresh en un supermercado o en un banco del pueblo, donde acudía con frecuencia, la ATF informó al FBI de que prefería apuntarse un tanto y lanzar un asalto al complejo davidiano, ante las sospechas (que alguien se había inventado) de que el grupo tenía un laboratorio oculto para fabricar drogas ilegales.
El primer asalto de la ATF, con poca experiencia en operaciones complejas, resultó en un caótico tiroteo que resultó en la muerte de varios agentes y davidianos, y dejó el complejo rodeado por la policía. Durante las semanas siguientes, el asedio de Waco se convirtió en la principal noticia en EEUU y en el mundo, al ser televisado casi en directo y contener múltiples momentos tragicómicos.
Koresh, quien apenas había acabado la secundaria, se erigió en figura mesiánica. En televisión, le resultó fácil presentarse como líder de la resistencia cristiana contra un estado opresor que había rodeado a un grupo de gente pacífica con no menos de 16 tanques, incluyendo dos Abrams de combate como los que recientemente habían liberado Kuwait de una invasión iraquí.
Para sorpresa de los davidianos, el FBI se aburrió de negociar a finales de abril y lanzó un asalto armado por sorpresa, con armas de fuego y gas tóxico, que acabó con la muerte de 82 davidianos, incluyendo 28 menores de edad y el propio Koresh
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Por otro lado, las repercusiones entre las agencias estatales de seguridad que manipularon la investigación del caso, mintieron, engañaron y finalmente asesinaron a decenas de cristianos inocentes fueron completamente inexistentes. Hasta ahora.
Leer en La Gaceta de la Iberosfera