ABC, 1983
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Es verdad que sólo se mueren los
otros, pero hay otros que duelen como nosotros mismos. Son los amigos:
sin ellos, los hombres no seríamos más que moscas de un verano.
Los muertos, desde luego, no se terminan nunca. Ruano,
nuestro mejor funebrista, observó que a las rachas de alivio en las que
casi parece no morirse nadie seguían rachas terribles en que llega a
producirnos asombro seguir tomando café y que nos conteste alguien
cuando le llamamos por teléfono. Y el viernes, a eso del mediodía, dejó
de contestar Javier Espiniella: estaba monteando cuando el corazón se le paró, como de una pedrada, en medio de La Mancha.
Espiniella llegó al ABC en el
83: era un “niño bien” en cuya mano, sin embargo, veíamos comer a los
personajes más terribles (¡la legendaria terribilidad del taller por
donde pasó Antonio Gades el Sardina!) de los talleres de
Serrano, 61, que eso es ser el más blando con las espigas y el más duro
con las espuelas. Comenzó en Deportes, el motel donde pasar la noche
camino del destino, Huecograbado, que era la movida en pies de foto, un
periodismo que salía de la manga, a base de ingenio, tabaco y copas. En
un montón de aquellas páginas ochenteras late aún el estrambote de su
corazón tocado por la alegría y movido a diversión, cuando en Madrid aún
se vivía de noche cada día, en un dejarse ir de “preciosos sinsentidos”
que era frivolidad, pero de frívolos que, al contrario de los de hoy,
que trepan hasta en la barra del bar, al ponerse frívolos siempre
llegaban a ser despreocupados. La despreocupación, eso sí, nos fue
matando, y Javier recorrió lo que quedaba del periodismo sin querer
aparecer confundido entre tantas confusiones: hizo radio (con Antonio Herrero) y TV, de lo que nunca hablábamos entre nosotros.
–¿Qué sabemos de los amigos muertos?
¿Nos esperáis allá, detrás de la niebla, o somos nosotros quienes os
esperan? ¿Nos seguís mirando? ¿Sentís la nieve? ¿Tenéis frío? ¿Sabéis
que aprieta el invierno o vivís en perpetua primavera?
[Publicado en Febrero de 2018]