martes, 13 de junio de 2023

"¿Existe la conciencia?"


 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc

 
    La posibilidad cierta de entrar a la tercera guerra mundial (en las dos primeras nos abstuvimos) con Sánchez en la Otan y Feijoo en La Moncloa nos lleva por rutas imperiales a fantasear, como país, con las “Montañas nevadas” de Pilar García Noreña. Todo está pendiente de las votaciones (elecciones es otra cosa) de julio, convocadas por Sánchez previa deliberación, no con su gobierno, como manda la Constitución, de la que no se cumple un solo artículo, sino con su conciencia.


    “¿Existe la conciencia?” fue un ensayo del padre del empirismo radical (la experiencia es la única base de la realidad), William James, que Whitehead (“hay preguntas que pueden contestarse, pero carecen de importancia; otras son importantes, pero no pueden contestarse”), un lógico matemático, contrastó nada menos que con el “Discurso del método” de Descartes: “James despeja el escenario de antiguos aparejos, o mejor, altera por completo la iluminación”.


    James niega la existencia de algo llamado Conciencia (“la tranquila confianza de un cristiano que tiene los cuatro ases en la manga”, en definición de Mark Twain), pero Sánchez, que tiene fama de iluminado y no parece cristiano, convoca a votar aconsejado por su conciencia, con lo cual su conciencia serían sus pelotas, atributo de la soberanía en el Estado de Partidos. La conciencia sanchiana como ventanillo de reclamaciones donde Larra colgó su “Vuelva usted mañana”.


    “¿Qué es la conciencia?”, debaten los personajes de Dombrovski. “La conciencia es conciencia, pero cada uno tiene su propio modelo y cree en él de un modo religioso. ¡En especial si es un malhechor!”.


    –Y hay otra historia. “¿No tienes conciencia?”, preguntó la carpa al lucio, y el lucio abrió sus fauces y se comió a la carpa.


    Ahora que sabemos que la famosa “soberanía popular” reside en la conciencia de los jefes de partido que se hacen con la estaca, hay que preguntarse en qué lengua deliberan con su conciencia. En español, desde luego, no, pues Sánchez, cuya lengua es el inglés de mandadero Otan, no sabe hablarlo; cuando se pone, dice que los acusadores del Gal “se han desdecido” o que su compromiso es combatir la corrupción “preveyéndola”.


    No son mejores las cosas enfrente: Aznar (el Aznarín de Umbral) hablaba catalán “en la intimidad” (en público, cualquiera sabe), y Feijoo ha tranquilizado al Círculo de Economía de Barcelona con una declaración propia la dirección del Cervantes (¡Montero, el poeta de la experiencia, William James!) y que le hubiera valido de Cela una torta a mano abierta: “Yo en Galicia nunca me expresaba en público en castellano”. (Lo de “castellano” por “español” es para parecer cosmopolita, como si Macron dijera “francien”, dialecto de la Île-de-France, o Meloni dijera “toscano”). Tres “soberanejos” de España, el país donde sólo se habla español en la Oficina de Ayuso, y porque pagan, sin más control político que sus conciencias.

 

[Martes, 6 de Junio de 2023]