C. Y. en Mérida
Curtis Yarvin
Kynikos: ¿Por qué creemos en la ley? En este país, nuestro país, en los Estados Unidos de 2023, les digo, no hay ley, ni siquiera orden, sólo mera fuerza caprichosa.
En tal estado de la sociedad, lo que rige, en mi opinión, es Jueces 17:6: cada hombre debe hacer lo que es correcto según su propio criterio. La única ley es la ley natural. En tal estado de la sociedad, los policías no son diferentes de los ladrones. La ley es: haz lo que tengas que hacer para esquivar sus garras.
Simplicia, me caes bien, pero eres una ingenua sin remedio, y tus malas ideas sólo sirven para que tus enemigos se aprovechen de ti.
Simplicia: ¡Tonterías! El Estado de Derecho es la esencia de la civilización. Y nuestro Estado de Derecho, el common law de raíces inglesas, es la joya de la corona de la civilización estadounidense. Y todas nuestras leyes son fruto de nuestro documento fundacional fundamental: la Constitución.
¿Por qué importa el Derecho? Fíjate en los lugares del mundo que carecen de él. Venezuela, Sudán, Somalia… ¿quién quiere vivir allí? El Estado de Derecho es tan importante como el agua potable. Y donde no hay Estado de Derecho, tampoco hay agua limpia. Es curioso cómo funciona.
En un Estado de Derecho, todo aquel que no acata y respeta la ley es un enemigo de la ley, y está amenazando este paladio que mantiene a nuestra nación a salvo del caos, la guerra y la barbarie. La obediencia respetuosa a nuestra ley y la Constitución es el corazón de nuestra seguridad y prosperidad.
Kynikos, me caes bien, pero tus malas ideas son peligrosas y deberían estar prohibidas en Internet.
Kynikos: La Constitución es un pedazo de papel en un museo. No es válida ni vinculante. No tiene valor jurisprudencial por sí misma. Sólo importa como sustrato exegético del cuerpo arbitrario, contingente e histórico de precedentes que llamamos «derecho constitucional».
Ningún pensador, partiendo exclusivamente de la Constitución, podría extraer de manera consistente de ella el «derecho constitucional», del mismo modo que ningún pensador podría extraer de manera consistente el Talmud de la Torá. Por tanto, la Constitución es la ley fundamental de Estados Unidos del mismo modo que Inglaterra es una monarquía: en teoría, pero no en la práctica.
Venezuela, Sudán y Somalia no adolecen de falta de ley. Estos países también tienen constituciones. De hecho, Venezuela es tan constitucional que ha tenido no menos de 26 constituciones, sin contar el Virreinato de Nueva Granada. De hecho, todo el país de Venezuela (como California) no es más que territorio Habsburgo ocupado. Y los Habsburgo también tenían leyes…
Más bien, estos lugares adolecen de falta de orden. El orden no es la ley, sino un prerrequisito de la ley. En el régimen de caos que existe sin orden, cualquier idea de ley es una broma, un engaño, una trampa diabólica.
¿Hay orden en California?
(...)
Simplicia: La Constitución es válida porque la libertad depende del consentimiento de los gobernados, y fue ratificada por el pueblo estadounidense.
Kynikos: Lysander Spooner, el libertario cascarrabias del siglo XIX, refutó este argumento hace un siglo y medio. Escribió:
La Constitución no tiene autoridad ni obligación inherentes. No tiene autoridad ni obligación alguna, a menos que sea un contrato entre hombre y hombre. Y ni siquiera pretende ser un contrato entre personas existentes en la actualidad… Aquellas personas, si las hay, que dieron su consentimiento formalmente, ya están muertas.
Es imposible entender el originalismo constitucional sin comprender que los habitantes de la Nueva Inglaterra del siglo XVIII eran devotos del Derecho. No eran operarios grises a sueldo. Eran una comunidad de pequeños empresarios y agricultores que vivían y respiraban contratos. Definir la ciencia política en términos de derecho contractual tenía todo el sentido para esta gente, del mismo modo que definirla en términos de sistemas operativos habría tenido todo el sentido para una comunidad de ingenieros de software.
Sin embargo, el artificio se desmorona en cuanto la examinamos.
(...)
Por tanto, cuando nos preguntamos si Alexander Hamilton, James Madison y John Adams serían racistas hoy en día y, por tanto, interpretarían la Constitución de forma racista, debemos actualizarlos utilizando un proceso de contradicción simulado. Tanto si buscamos una buena fe actualizada como una intención encubierta actualizada, debemos sentar a nuestros estadistas en una nube, refrescar el empolvado de sus pelucas y presentarles los hechos de la historia desde sus muertes hasta hoy de boca de dos defensores: uno racista y otro antirracista.
Simplicia, estoy seguro de que disfrutarás con este nuevo proceso de interpretación constitucional. Sería un programa de televisión excelente. Y después de hacerlo unas cuantas veces, la inteligencia artificial aprenderá a hacerlo por nosotros.
Simplicia: Antes creía que debías de estar censurado en Internet. Pero ahora, Kynikos, lo sé. Nuestra propia democracia está en peligro.
Kynikos: ¡No te preocupes! Es sólo un experimento mental. No hace falta que lo hagamos de verdad. Sería ilegal en Europa, entre otras cosas, y me gusta poder visitar Europa.
Lo que aprendemos con este experimento no tiene nada que ver con la incitación al odio. Lo que aprenderíamos en realidad sería que nuestros estadistas, si los simulásemos con precisión, no tendrían ningún interés en meterse en tanto jardín.
En lugar de eso, creo yo, tendrían una pregunta más simple y elemental. Se preguntarían por qué debería importarnos, porque sería obvio que el gobierno que tenemos no se parece ni en lo más superficial al que ellos diseñaron.
Su respuesta, como devotos del derecho, sería que la Constitución es obviamente nula y hueca. Como contrato, hace tiempo que se rompió. Como sistema operativo, poco o nada tiene que ver con los principios de sus diseñadores.
Tanto desde la intención encubierta actualizada como desde la buena fe actualizada, hace tiempo que es hora de que todos los hombres y mujeres de bien abandonen su «triste devoción por esa antigua religión» y hagan lo que es correcto según su propio criterio, siguiendo únicamente las leyes de «Dios y del Dios de la naturaleza»[i].
Simplicia: Bloqueado y reportado. Tendrás que rendir cuentas, Kynikos.
Leer en La Gaceta de la Iberosfera