JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ
I Evocación de José Cubero «Yiyo»
A la corrida de esta tarde de domingo, pasado ya el cuarenta de mayo, la titularon «Corrida in memoriam de José Cubero ‘Yiyo’» acaso porque en agosto se cumplirá el 38º aniversario de la fatal cogida del diestro de Burdeos en Colmenar Viejo, o quizás porque en este año se cumplen los 40 años de su salida por la Puerta Grande de Las Ventas. Yiyo fue un torero que se hizo en Madrid, se anunció en bastantes tardes en Las Ventas, en una época en que se veía repetidamente a los novilleros, y alternaba con Sandín y Julián Maestro, que es el que a uno más le gustaba, sin rehuir sus citas en la Monumental, que entonces no era la Plaza de la Oportunidad novilleril como ahora, la Plaza de echar la moneda al aire. Gozaba «Yiyo» de un merecido cartel entre la cátedra por sus maneras tendentes a lo clásico y su facilidad. Madrid entonces, y los jóvenes especialmente, estábamos dominados absolutamente por la imponente figura de «Antoñete», que nos dio el conocimiento, y en «Yiyo» muchos creíamos atisbar la joven figura que acaso podría llegar a ser el continuador de la obra del torero del mechón, cuando éste ya no estuviera. «Yiyo» entra en la Feria del 83 por sustitución en una corrida de domingo y es capaz de dejar su firma en una faena breve y concisa a un sobrero de Antonio Ordóñez, sobrero el toro y sobrero el torero, rematada con una estocada que le sirve para llevarse una oreja y que se hable de él. Esto le abre la puerta a otra sustitución, esta vez con toros de Alonso Moreno en la que, 1+1, abre la Puerta Grande de Madrid y entra con fuerza en el circuito. A partir de ahí el camino de las ferias, del sufrimiento, de hacerse torero y de vivir triunfos y sinsabores, que tanto sirven para labrar a los toreros. La del 84 es una temporada irregular y en Madrid, torero deslavazado, se le exige como al que más en la tarde de la tradicional bueyada de los Fraile, tal y como se debe exigir a los toreros que importan. Se viene arriba entre Bilbao y El Pilar y llega con óptimo cartel al 85. Su última tarde en Madrid, cuaja un blando toro de El Torero, Vicioso, número 50, don Juan Font no estima la petición de oreja como suficiente y «Yiyo» se niega a dar la vuelta al ruedo sin trofeo. Luego, unos meses después, la sustitución de Curro Romero y todo, abruptamente, se acaba.
II Olvido de José Cubero «Yiyo»
Una vez realizado el paseíllo tras las tordas caballerías de doña Rocío y don Francisco Javier se verificó un minuto, o algo menos, de silencio por el homenajeado y en ese momento ya se da por concluida la cosa de la evocación de José Cubero y entramos de lleno en la vorágine de la cosa contemporánea, que absolutamente nada tiene que ver con el panorama ochentero en el que «Yiyo» nos dejó su breve legado. Para la cosa de los astados se mercaron tres toros de Victoriano del Río y otros tres de Toros de Cortés que es lo mismo que lo de Victoriano del Río pero con otro nombre. Pequeño homenaje podríamos encontrar en esos infinitesimales goterones de sangre de «El Torero» que portan los VdelR + C, como evocación de aquella última tarde antes aludida. El personal contratado para echar la tarde con los toros estaba compuesto por Julián López «El Juli», Alejandro Talavante «Talavante» y Andrés Roca Rey.
De la cosa de los toros hay más bien poco que reseñar dado que, como es bien sabido, el interés de su criador es que lleguen en plenitud de facultades al tercer tercio. La cosa novedosa es que, aunque la pinta de los pitones clamaba, estos eran de buen tamaño y de aspecto buido, si no te fijabas mucho. Vamos, que ahí había más pitón que el que los tres figuras verán en toda la temporada y eso es algo que se nota que hace mella en el espíritu de los toreros y de sus cuadrillas.
«Juli» es el perfecto día de la marmota. Le hemos visto todas sus comparecencias en Madrid desde su presentación y despedida como novillero, porque éste a diferencia de «Yiyo» sólo toreó en Madrid en vísperas de su alternativa, y sus maneras siempre son lo mismo sólo que cada año, un año más viejo, igual que quien esto firma. Hay por ahí cierto hagiógrafo que lleva lustros vendiendo las faenas de Julián como si cada una de ellas fuera una página de El Cossío, da igual lo que haga ni cómo lo haga, pero el hecho es que estrujando la mente aquí sólo aparecen el capote manejado como un mantel, los horribles julipiés, la figura alcayateada, las maneras bastas o la falta permanente de colocación. Así, año tras año y sin dejar de venir a Las Ventas donde «Yiyo» iguala a Julián a Puertas Grandes como novillero y como matador de toros en los tres años que estuvo activo, una y una. Y aquel Madrid con la tríada de El Lupas, El Blancanieves y El Brillantina, no era ni mucho menos el coladero orejero que es hoy. Pues ahí tenemos a Julián especialmente deslavazado en su primero, que dio la impresión de no querer ni mirarlo, pegándole la estocada trasera y barriguera ésta que hace ahora en el «Rincón de Julián», que el hombre parece que se esfuerza en no hacer el salto ese que tanto se le ha afeado. En su segundo, un castaño con menos cara y más aspecto de bobo, empieza de nuevo Julián su particular día, mes, año de la Marmota a ver si le sale eso que le cantan de “inventarse al toro”, que ya me gustaría ver sus inventos con los de Victorino Martín del otro día, y que consiste en hastiar al toro hasta que le afina las aristas de su predomesticación y lo deja como un perro tras de un trapo. No le salió el tostón de forma perfecta, aunque los de siempre le cantarán sus inextricables méritos, y tras otra estocada en el “Rincón de Julián” y la ayuda del verduguillo puso fin a su enésima lección de toreo para los connoisseurs que lo sepan ver. Del vestido que se trajo ni hablamos, porque va a parecer que le tenemos manía.
Por Talavante pasaremos rápidamente porque este hombre no está, simplemente. Nadie sabe a qué ha vuelto, pero la cosa es que entre el año 22 y el 23 en Madrid no ha dado pie con bola. Da la impresión de que todo lo que intenta le sale mal y que el toro sabe perfectamente que el torero no va a vencerle.
Y Roca, que es quien ha incendiado la tarde y ha llevado la polémica a los tendidos, forzando una fuerte división en la Plaza, cosa que tanto nos gusta contemplar. Las condiciones del toreo de Roca ya las explicó Pepe Campos aquí y no merece la pena apostillar sus palabras que tan bien aquilatan las condiciones de este torero y que explican perfectamente su actuación con el tercer toro de esta tarde. Sobre ella hay que decir un par de cosas, no obstante. La primera es que da la impresión de que ya ha eliminado de su repertorio cualquier alusión a lo que podríamos llamar «toreo serio» y lo que trae a la Plaza son ecos del toreo del simpático Blas Romero, «Platanito», un espectáculo a medio camino entre lo circense y lo bufo donde por parte alguna aflora una tauromaquia, por más que algunos urdidores malintencionados hayan buscado un paralelismo imposible entre Roca y Paco Ojeda. Lo segundo es que este espectáculo tan poco edificante que ofrece el limeño entusiasma a muchos. En este sentido conviene subrayar que Roca lleva público a las Plazas y que su particular propuesta no es tan dañina como otras más sibilinas que pretenden hacer pasar el toreo de ventaja y de expulsión como toreo del bueno. Con Roca, las gentes se llevan un susto, se espantan de los arrimones que se pega el peruano y echan el rato tan ricamente mientras aficionados circunspectos se rasgan las vestiduras. El que crea que lo de Roca es torear está muy engañado, pero lo mismo alguno de los que vayan a la Plaza por él, un día ve a alguien torear de verdad y se aficiona a esto. En el sexto, tras la pseudo cogida o trompazo que sufrió Roca la multitud entró en paroxismo Roquil y la Plaza fue un manicomio. Al torero le salió el puntito feo de señorito criollo y mandó callar al 7, lo que exacerbó el odio de tantos contra ese tendido. Lo mejor de su actuación fue que copió el mismo inicio por estatuarios que había intentado Talavante con tan mala fortuna en el quinto y él los dio impávido y sin mover los pies. El resto de su actuación fue demasiado chocarrera y el Presidente, don Ignacio Sanjuán, lo mismo que el señor Font con «Yiyo», hizo muy bien en negar una oreja que servía para abrir la Puerta Grande de Madrid a esa pobre faena rematada con metisaca, aviso y media estocada.
III Epílogo
En la pasada Feria hemos visto cinco cogidas impresionantes, Roca Rey hoy ha sido feamente vapuleado por el toro sexto y no se ha visto una cornada, ni un puntazo. Esto es una cuestión que debe hacernos reflexionar sobre si el espectáculo no estará sufriendo algún tipo de mixtificación que elimine el peligro de los toreros, porque tanta suerte, tanto «capotillo de San Isidro» huele un poco a chamusquina. Lo mismo «Yiyo» podría estar hoy vivo si hubiese salido a la Plaza con los riesgos laborales cubiertos.
La cosa novedosa es que, aunque la pinta de los pitones clamaba, estos eran de buen tamaño y de aspecto buido, si no te fijabas mucho. Vamos, que ahí había más pitón que el que los tres figuras verán en toda la temporada y eso es algo que se nota que hace mella en el espíritu de los toreros y de sus cuadrillas
ANDREW MOORE
LO DE JULIÁN
Obligado 2
LO DE TALAVANTE
Nada por acá
LO DE ROCA
Ceñío
Cogío
Arremetío
Y celebrao
FIN