Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Son los hechos, y no los hombres ni las ideas, los que cambian la opinión de los pueblos. Pero quienes se asoman a la Historia para adivinar el futuro deben saber de memoria (democrática, “of course”) la idea más popular de Marx, que es su cita de Hegel, aquel alemanón que dijo, “en alguna parte” (¡la precisión es burguesa!), que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal se repiten dos veces:
–Pero se olvidó de agregar: la primera, como tragedia, y la segunda, como farsa.
No es difícil adivinar la farsa del futuro con la tragedia del pasado promovida en la “memoria democrática” (?) de la Dómina Cabra, es decir, la del partido socialista, inexistente en el franquismo, con lo cual es el futuro el que crea aquí el pasado mediante juicios ideológicos de la cultura dominante para vendernos el pasado más conveniente a la perpetuación de su dominio.
–Lo que sucedió en Francia a la muerte del dictador nacionalista Robespierre se parece tanto a lo que ocurrió en España a la muerte de Franco que debe ser recordado –dice en su discurso de la República el fundador de la Junta Democrática, único español estudioso de la Revolución francesa, razón por la cual fue un día invitado por los Preysler a cenar con velas en Puerta de Hierro, mientras un presidente de operadora iluminaba con su móvil los platos y las objeciones de Tamara.
Se intenta continuar el robespierrismo sin Robespierre (Arias), pero ante la alegría popular, y tras un intento de tímida apertura con el Anacreonte de la Guillotina, Barère (Fraga), los mandamases instalados en el Estado proponen un pacto de la concordia (¡con plaza en París!) entre exaltados y moderados (pacto de reconciliación nacional) con reparto de poderes del Estado, olvido del pasado y ley electoral que perpetúe la situación; el centrista Boissy d’Anglas (Suárez) presenta una Constitución de consenso y el Estado, sin división de poderes, es gobernado por Barras (González).
Lo que viene lo tiene el viento.